jueves, 29 de abril de 2010

HISTORIA(S) DEL CINE NORTEAMERICANO

Historia(s) del cine norteamericano
Hilario J. Rodríguez
Madrid, Calamar, 2009
352 pp. - 24 €



En su indispensable (y absolutamente sui generis) Diccionario de cine, el realizador -y cinéfilo redomado- Fernando Trueba mencionaba, al hilo de las visitas al domicilio que el malogrado Guillermo Cabrera-Infante (que, no lo olvidemos, escribió críticas de cine durante años firmando como G. Cain) compartía con su esposa Myriam Gómez en París, que por muchas películas que se conocieran siempre se salía de allí con un puñado de títulos desconocidos que se ardía en deseos de ver. Historia(s) del cine norteamericano, escrito por Hilario J. Rodríguez y publicado por Calamar Ediciones a finales del año pasado, es una suerte de hospitalario museo cinéfilo que puede funcionar de cara a sus visitantes (los afortunados lectores) de la misma manera que el sacrosanto hogar del escritor cubano para el autor de Belle Époque.



Pero lo que más se disfruta del libro no son las reseñas de películas que no hemos visto, sino todo lo contrario; y es que no hay nada más placentero para un cinéfilo, aparte del propio hecho de ver películas (y con algunas, las infumables, ni siquiera eso), que hablar con otro de ellas, ya sea para ponerlas en un altar o para despotricar contra los (ir)responsables que la han pergeñado. En las páginas de esta antología crítica he descubierto, como le ocurría a Trueba en la capital francesa, algunos títulos que desconocía o, la mayoría, de los que había olvidado su existencia, como La tierra prometida de John Sayles, Recortes de mi vida de Ryan Murphy, Invencible de Ericson Core o En la cumbre de Chris Terrio.



Pero el recuerdo más satisfactorio de su lectura son las discusiones (figuradas) entre el autor y un servidor, sobre todo cuando no se está de acuerdo: me empeño en defender la atacada Spartan de David Mamet, creo que menosprecia demasiado la majestuosa Mystic River de Clint Eastwood y, por el contrario, alaba demasiado la fallida The Aviator de Martin Scorsese. En cambio, estamos plenamente de acuerdo a la hora de señalar las carencias de Lakeview Terrace del antaño personal Neil LaBute; las excelencias de títulos como Lost in Translation de Sofia Coppola, Lejos del cielo de Todd Haynes -a la que califica de obra maestra, galardón que no despacha alegremente a lo largo del libro- o Thirteen de Catherine Hardwicke, esta última dedicada hoy a adaptar bestsellers literarios para adolescentes con vampiros y jovencitas enamoradas; así como la reivindicación de títulos minoritarios que merecerían más interés como La peligrosa vida de los Altar Boys o, sobre todo, la espléndida Half Nelson, cuya crítica cierra el volumen.



Como señalaba antes, el presente libro es una antología crítica, textos a los que en ocasiones se les nota el tono coyuntural. No obstante, la agrupación de los mismos por apartados, el prólogo y el epílogo del libro, y sobre todo las introducciones a cada uno de los capítulos, todo ello obra del propio Rodríguez, le dan un empaque consistente a la oferta, que puede leerse -como muchos otros libros sobre cine- tanto de corrido como picoteando aquí y allí. Un servidor, por si sirve el consejo aunque sea totalmente personal, lee primero aquellos comentarios de películas que sí ha visto: sobre todo las que más le han entusiasmado, como El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Pozos de ambición o Syriana, o aquellas de las que intuye una posible polémica, caso de Shortbus, dejando para el final la consulta de los títulos que no conoce de primera mano.



Por si el lector tiene curiosidad, señalaremos que son quince los apartados de libro que agrupan, por géneros, orígenes y/o temáticas, entre diez (el más extenso) y tres (el más breve) críticas cada uno, dando como resultado un total de noventa películas comentadas. Obviamente no citaremos aquí todos los títulos, pero sí queremos mencionar, como ejemplo de lo variopinto, antidogmático y exento de prejuicios que se presenta el libro, que en sus páginas aparecen títulos como el díptico Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima, los trabajos de Michael Mann Ali y Collateral -en apartados distintos, ojo-, Mi gran boda griega, Ladrones de risa, Apocalypto, Infiel -debería ser innecesario aclarar que se trata de la de Adrian Lyne, no de la joya de Liv Ullman según Ingmar Bergman-, Ultraviolet, Dos policías rebeldes II, El mensajero del miedo (la de Demme, claro, no la de Frankenheimer), Buenas noches y buena suerte o La guerra de las galaxias. Episodio III: La venganza de los Sith. Un menú más variado, imposible.



Llegado este punto hay que destacar que no se trata de un producto oportunista, ni mucho menos un remedo para aprovechar textos inéditos o publicados en medios minoritarios: Hilario J. Rodríguez siempre ha sido un crítico que valora no solo el cine, sino también la escritura sobre el mismo, y en Historia(s) del cine norteamericano encontramos un discurso propio que articula la obra: cómo los acontecimientos históricos de carácter político y social protagonizados por la primera potencia mundial, con el atentado contra las Torres Gemelas del 11-S a la cabeza, han cambiado, por un lado, la manera de hacer (y de estrenar) películas, pero sobre todo, por otro, cómo ha cambiado el modo de ver dichas películas por parte del propio crítico.



De ahí que, además de una antología de textos sobre películas estadounidenses de lo que llevamos del siglo XXI, este libro sea también una autobiografía sesgada, una suerte de educación sentimental, por más que sea parcial y circunscrita a una breve etapa de su vida, del cronista: descubriremos cómo su experiencia vital y docente en Norteamérica le ha llevado a analizar más profundamente las muestras del séptimo arte que de allí surgen, y descubriremos filias y fobias particulares, como su re-descubrimiento del cine de George A. Romero, su (lógica) desconfianza ante secuelas y remakes o, muy especialmente -pues reaparece en muchas ocasiones a lo largo de la obra-, su antipatía por el documentalista Michael Moore.



Sigo la carrera como crítico de Hilario J. Rodríguez, si no me equivoco, desde que leí los que creo son sus dos primeros libros especializados: el espléndido Museo del miedo (1999) y el breve pero lúcido ensayo sobre la película testamentaria de Stanley Kubrick Eyes Wide Shut. Los sueños diurnos (2003). Hoy le leo con interés en las páginas de Dirigido e Imágenes de Actualidad, y aunque en muchas ocasiones no comparto sus opiniones siempre me parece un escritor al que vale la pena leer y más aún confrontar posiciones, pues lejos de ser un analista armado con el bisturí de su conocimiento y la asepsia quirúrgica de su estilo, se nos muestra como un humanista que ve las películas desde una mirada intransferible en la medida que propia y diferente de todas las demás. Algo que vuelve a demostrar en estas Historia(s) del cine norteamericano, un libro que hará disfrutar a aquellos amantes del cine que añoren participar en tertulias sobre su principal afición sin necesidad de abandonar la tranquilidad e intimidad del hogar.

[Imágenes: Recortes de mi vida, Lejos del cielo, Half Nelson, Syriana, El mensajero del miedo, Black Hawk derribado, La tierra de los muertos vivientes.]

martes, 27 de abril de 2010

Una cuestión de género

Mañana miércoles 28 de abril tendrá lugar la presentación de Cine y género en España. Una investigación empírica, escrito por Pilar Aguilar, Javier Callejo, Pilar Pardo, Inés París, Esperanza Roquero y Fátima Arranz, y publicado por Ediciones Cátedra.



Según informa la editorial, estamos ante una texto que "pretende reflejar, en ocho capítulos, la desigualdad entre mujeres y hombres en el mundo del cine español. Los autores, tras el estudio realizado a través de diversos métodos (análisis de películas, conversaciones con directores/as, etc.), han demostrado que la diferencia de género en la cinematografía española, a pesar de estar en el siglo XXI, aún es latente, y adelantan algunas propuestas de política social que favorecerían la igualdad". Además, como reconocimiento a la relevancia de esta obra publicada dentro de la colección Feminismos, la Universidad Autónoma de Madrid, a través del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, ha decidido otorgarle la última edición del Premio Ángeles Durán de Innovación Científica en Estudios de las Mujeres y del Género.



La presentación tendrá lugar a las 12:30 horas en la Academia de Cine (C/ Zurbano 3, Madrid), y contará con la presencia de Ángeles González-Sinde, ministra de Cultura; Laura Seara, directora del Instituto de la Mujer; Icíar Bollaín, vicepresidenta primera de la Academia de Cine; Amalia Valcárcel, consejera de Estado; y Fátima Arranz, directora del texto.

[Foto: Icíar Bollaín.]

martes, 13 de abril de 2010

Hawks & Wood





Empezaré esta nota con una confesión personal: aunque hoy en día lo que más leo es narrativa -sobre todo, novela, sea o no de género-, hubo un tiempo en el que un servidor dedicaba casi todo su tiempo libre, o al menos aquel que dedicaba a la lectura, al consumo de libros sobre cine. Por alguna extraña razón la ficción no me satisfacía, y dentro del ámbito del ensayo solo me interesaban aquellos libros que hablaran de la historia del cine, el proceso de hacer una película, las vidas (privadas y públicas) de directores y actores y las lecturas que de cualquier film se pudieran hacer.



Por esa razón, buena parte de mi biblioteca particular está dedicada a libros sobre el séptimo arte: biografías de actores y directores, estudios críticos de cineastas, ensayos históricos sobre cinematografías, géneros y estudios de producción, etc. Y todavía hoy me produce un gran placer, después de haber visto una película que me interese lo bastante como para hacer el esfuerzo intelectual, escarbar en dicha biblioteca (y no solo en internet) y descubrir qué han dicho sobre el film en cuestión tanto sus artífices principales como, sobre todo, la crítica especializada. Confrontar el propio criterio con el de otros sigue siendo la mejor manera de aprender sobre cualquier cosa, y el arte cinematográfico no es una excepción.



Lo anterior viene a cuento de que he tenido la oportunidad de ver Río Lobo, una de las pocas películas de Howard Hawks posteriores a 1938 que todavía no había visto. Algunas de mis películas favoritas llevan su firma: Scarface, Sólo los ángeles tienen alas, Tener y no tener, El sueño eterno, Me siento rejuvenecer, Río Bravo o El Dorado son buenos ejemplos. También de otras que no llevan su firma, pero como si la llevaran: los cinéfilos ya sabrán de qué hablo si cito El enigma... de otro mundo, "de" Christian Nyby. E incluso películas suyas que me gustan menos, por considerarlas sobrevaloradas (La fiera de mi niña) o simplemente más discretas (Los caballeros las prefieren rubias), son muy superiores a la media, la de su tiempo y la del nuestro.



Lo mismo sucede con Río Lobo: no creo que merezca contarse entre las mejores películas de su realizador, sobre todo por lo que tiene de mimética respecto de Río Bravo y El Dorado (esta, a su vez, un remake inconfeso de la anterior, sustituyendo a los actores-cantantes Dean Martin y Ricky Nelson por los actores -a secas- Robert Mitchum y James Caan). En esta ocasión tenemos al mexicano Jorge Rivero y al castigado Jack Elam acompañando a un John Wayne también crepuscular que recibe igualmente el apoyo de la bellísima Jennifer O'Neill, el joven Christopher Mitchum -hijo de Robert- y el dentista que encarna David Huddleston.



Si algo destaca de Río Lobo es su obstinación por nadar a contracorriente: de la misma manera que Río Bravo fue la respuesta de un Hawks que todavía creía en la amistad, la lealtad y la camaradería (sobre todo masculina) frente al escepticismo nihilista de Solo ante el peligro de Fred Zinnemann -donde el sheriff Gary Cooper pide ayuda pero todo el mundo le da la espalda dejándolo... pues eso, solo ante el peligro-, este último trabajo del autor de Luna nueva se estrenó un año después de Grupo salvaje de Sam Peckinpah, un film que también creía -posiblemente, más que ninguno- en el concepto de amistad tal y como lo entiende Hawks, pero donde no había posibilidad de llegar a un happy end.



Se abría, pues, un terreno para una nueva manera de entender el western, y por ende el cine: el de los años 70, una etapa en la que el (mejor) cine norteamericano iba a apostar por retratar los fantasmas de toda una generación. Téngase en cuenta que en el mismo 1970 que Hawks estrena Río Lobo también llegan a los cines los westerns revisionistas Pequeño gran hombre y Un hombre llamado Caballo, el nuevo trabajo de Peckinpah -La balada de Cable Hogue- o dos filmes del Oeste con toques de comedia -cínica o de batalla de sexos- como El día de los tramposos de Mankiewicz y Dos mulas y una mujer de Siegel. Solo dos años después, con la brutalmente violenta La venganza de Ulzana, Robert Aldrich asestaría el golpe definitivo al western clásico, y un año después Clint Eastwood y su Infierno de cobardes lo enterrarían a dos metros bajo tierra.



Pero dejemos las películas y centrémonos en los libros de cine: una vez vista Río Lobo, claro está, me decido a leer algo sobre ella, y mi primer impulso es recuperar el Howard Hawks de Robin Wood, editado en España por JC a comienzos de los 80. Pero hete aquí que, precisamente, el estudio de Wood se detiene en el film anterior, El Dorado, y no alcanza a comentar la cinta postrera del realizador norteamericano... aunque John Wayne (en primer plano) y Jack Elam (detrás) saluden al lector desde el fotograma del film que ilustra la cubierta.



De todas formas, el recuerdo es productivo, pues me lleva a reflexionar en la grandeza de este crítico que, según me enteré en Cahiers du Cinéma, nos dejó en diciembre del año pasado. Un crítico que no hay que confundir con el guionista de historieta paraguayo de idéntico nombre, y del que debería editarse en España a la voz de ya su antología crítica Personal Views. Explorations in Film, que data nada más y nada menos que de 1976. También ardo en deseos, por pura curiosidad, de leer su más reciente ensayo "Responsibilities of a Gay Film Critic", publicado en Film Comment, acerca de cómo su condición sexual -Wood salió del armario un año de estos- debía condicionar su tarea como observador cuidadoso del séptimo arte.



En definitiva, espero sirvan estas líneas como recuerdo de uno de los directores que más nos han enseñado a amar el cine, así como de uno de los críticos que más nos han enseñado a entenderlo y, por tanto, a amarlo más todavía.

jueves, 1 de abril de 2010

EL THRILLER USA DE LOS 70

El thriller USA de los 70
Antonio José Navarro (coord.)
San Sebastián, Donostia Kultura, 2009
390 pp. - 18 €



En lo referente a las revistas especializadas en materia de cine, hubo un tiempo en el que, Dirigido (eterno oasis en lo referente al análisis fílmico con criterio) aparte, las dos mayores alegrías que podía encontrarse el cinéfilo en sus visitas regulares a librerías especializadas y grandes superficies eran los volúmenes monográficos de las revistas Nickelodeon y Nosferatu, dos publicaciones periódicas auspiciadas respectivamente por la productora cinematográfica del mismo nombre y por Donostia Kultura. La primera, con José Luis Garci y Juan Cobos a la cabeza, venía a ser la prolongación natural y en papel impreso del (añorado) programa televisivo ¡Qué grande es el cine!: profusamente ilustrada, se trataba de una serie de volúmenes monográficos unas veces de temática usual y esperable, otras sorprendente o directamente marciana, decididamente de autor, donde a veces importaba más quién escribía que no de qué. En cambio, la donostiarra Nosferatu siempre apostó por la rigurosidad de contenidos, la claridad expositiva y la (dentro de lo posible) exhaustividad de perspectivas. De autoría plural, como es lógico, aunque coordinada por uno o dos expertos en la materia que tocase, nos regaló volúmenes memorables e imprescindibles en cualquier biblioteca que se precie como los dedicados a Jean Renoir, Jean-Pierre Melville, Sam Fuller o Terence Fisher (y, de paso, la Hammer Films), o a filmografías tan atractivas como la ciencia-ficción europea, los nuevos realizadores asiáticos, el eurowestern o el nuevo cine coreano.



A día de hoy, ambas cabeceras ya no existen como tales, pero si la primera duerme el sueño de los justos por culpa de esa espada de Damocles que viene a ser la ley de mercado (indudablemente, era un producto excepcionalmente costoso para una minoría de sibaritas muy minoritaria), la segunda no desapareció del todo, sino que sufrió una reconversión de los pies a la cabeza... O al menos eso parecía en un principio, pues los cambios han ido más orientados al formato -de revista pasó a libro-, por razones de mercadotecnia, que no al contenido, pues sigue rigiéndose por los mismos criterios de evaluación de su predecesora dando lugar a un producto no muy distinto del que ofrecía aquella. Lo cual, por cierto, es motivo de celebración.



El presente volumen, quinto de la serie y editado por Donostia Kultura, rompe con la línea de los anteriores, que parecían decididos a convertir esta Colección Nosferatu en una serie de monografías sobre realizadores al haber tratado consecutivamente las figuras de Raoul Walsh, Edward Yang, David Lean y Robert Rossen. Pero este El thriller USA de los 70 -adelantémoslo ya, de adquisición inevitable para los interesados en el tema, e incluso me atrevería a decir que para todo aquel que guste del mejor cine norteamericano y/o de género- nos retrotrae a los mejores tiempos de Nosferatu (la revista) gracias al trabajo del coordinador Antonio José Navarro y de sus compañeros Carlos Losilla, Jaime Pena, Quim Casas, Roberto Cueto, Ángel Sala, Roberto Curti, Desirée de Fez, Jorge Gorostiza, Jesús Palacios, Ramón Freixas, Joan Bassa, Tonio L. Alarcón, Manlio Gomarasca, Tomás Fernández Valentí, José María Latorre y Raúl Acín.



El cine norteamericano de los años 70, y sobre todo el policíaco, estuvo marcado por lo que se ha venido a llamar la "generación de la televisión", formada por directores tan variopintos como Sidney Lumet, John Frankenheimer o William Friedkin. Fue también la época de la blaxploitation, la cinematografía de la Gran Conspiración (recuerden el caso Watergate y la defenestración política de Richard Nixon) y el arranque de los filmes de vigilantes, con el Charles Bronson de El justiciero de la ciudad a la cabeza. Pero fue también una época en la que maestros todavía en activo como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o Roman Polanski nos ofrecieron algunas de sus mejores películas, sin olvidar que todavía coleaban realizadores de generaciones anteriores como John Huston o Don Siegel, y que nuevos realizadores tan prometedores como John Carpenter presentaban sus primeros largometrajes.



Así pues, una era plural pero acotable espacial y temporalmente, y de la que dan buena cuenta los ensayos que conforman el libro: tras un texto introductorio de Navarro, el resto de la oferta se divide en "Contextos" (ocho ensayos de temática más general), "Formas y temas, espacios y personajes" (seis textos de contenido más concreto) y "Directores". Quizás es este último apartado el más flojo del libro, pues algunas de las figuras tratadas -que son seis: John Frankenheimer, Peter Yates, William Friedkin, Donald Siegel, Michael Winner y Philip D'Antoni- quizá hubieran requerido más espacio para hacerles justicia. No obstante, es digno de encomio el haberle dado cancha al siempre vilipendiado, muchas veces de forma prejuiciosa y sin parar antes a reflexionar, Michael Winner, autor del citado film seminal de Bronson; por no hablar de la recuperación de la figura de Philip D'Antoni, productor de Bullitt y French Connection y director de la semiolvidada Los implacables, patrulla especial.



Resulta complicado destacar algunos artículos dentro de un producto que, en términos generales, mantiene una (considerable) calidad pareja, pero ahí va: Carlos Losilla establece una serie de líneas que unen el cine negro clásico con el thriller setentero, deteniéndose en una de las obras maestras de Coppola, La conversación, o en The Killing of a Chinese Bookie, la incursión en el noir del gran John Cassavetes. Por su parte, Quim Casas trata el thriller retro, y no solo a partir de las inevitables Chinatown y Adiós, muñeca, sino que también se acuerda del Dillinger de John Millius o la extraña Un largo adiós de Robert Altman. Por su parte, Ángel Sala trata el tema de los filmes conspiratorios, con las firmas de John Schlesinger, Ronald Neame, Alan J. Pakula o Sydney Pollack, por citar algunos. Finalmente, una aportación como la de Roberto Cueto sobre la blaxploitation siempre es de agradecer ante la escasa bibliografía dedicada a rebuscar entre los límites de la serie B.



Del resto de aportaciones, algunas vienen firmadas por especialistas de los que se espera precisamente traten temas parecidos: el crítico de cine (y arquitecto) Jorge Gorostiza titula su ensayo "La ciudad como escenario del crimen"; Jesús Palacios rinde buena cuenta del cine de vigilantes y del subgénero, ya tratado por él con anterioridad, del rape & revenge; y el tándem formado por Ramón Freixas y Joan Bassa hace las veces de juez (y verdugo) de la presencia de la mujer en algunos títulos señeros del género.



El volumen se complementa, como ya ocurría con la revista pretérita, con un apartado de documentación, de gran ayuda para especialistas; con los resúmenes o extractos de los distintos ensayos, tanto en euskera como en inglés; y con dos índices, de obras y onomástico, más que útiles; así como un par de pliegos de fotografías en blanco y negro y color. Todo ello, conforma, como puede verse, un análisis exhaustivo del marco delimitado a tratar, al que por supuesto se le podrán poner pegas y se le podrán señalar ausencias o enfoques parciales, pero al que hay que agradecerle que hayan acotado un género, el policíaco, a una época y un lugar, los años 70 y los Estados Unidos, que dieron empaque propio a un grueso de películas donde hayamos no pocas obras maestras: French Connection (Contra el imperio de la droga), La conversación, La noche se mueve, Harry, el Sucio, Klute, Taxi Driver o Serpico.



Pero lo que es de agradecer, para ir terminando con esta nota, es que los autores se hayan acordado de películas magníficas que habitualmente son ninguneadas por la crítica especializada, y no pienso solamente en las imitadoras de El justiciero de la ciudad, a la(s) que desde luego se le(s) pueden poner bastantes peros: cintas de indudable interés, cuando no soberbias, como A la caza de William Friedkin, Pánico en la calle 110 de Barry Shear, Driver de Walter Hill, Teléfono de Don Siegel o Distrito Apache de Daniel Petrie, muy pocas veces hacen acto de presencia en la bibliografía española sobre cine. Lo cual dice mucho, y bueno, de este quinto número de la Colección Nosferatu.

[Fotogramas: Harry, el Sucio, Las noches rojas de Harlem, La conversación, A la caza.]