sábado, 9 de enero de 2010

FRANÇOIS TRUFFAUT

François Truffaut
Luis García Gil
Madrid, Cátedra, 2009
272 pp. - 13,50 €



En algunas ocasiones la vida y la obra de un creador, o lo que es lo mismo, sus vivencias más íntimas y su faceta más pública, están íntimamente ligadas y no se pueden entender una sin la otra. Posiblemente el ejemplo más paradigmático de entre todos los directores de cine que en la Historia han sido sea el de François Truffaut, un realizador que hizo de sus experiencias vitales, aunque siempre ligadas a su interés cultural -fue tan ávido lector como cinéfilo-, materia de base con la que forjar su filmografía.



En 2009, fecha de publicación de este François Truffaut incluido en la prestigiosa colección "Signo e Imagen / Cineastas" de Cátedra, se cumplía el cuarto de siglo del fallecimiento del cineasta francés, ocurrido en 1984 cuando el realizador de Vivamente el domingo -a la postre su último largometraje- contaba con la temprana edad de 52 años y tenía en la cartera muchos proyectos por realizar. Hoy en día el portugués Manoel de Oliveira sigue dirigiendo con 101 años a razón de un film anual porque, según él, si deja de dirigir se muere; lamentablemente, esto no le funcionó al realizador galo.



Todavía hoy la figura de Truffaut y su cine son motivo de discusión entre críticos y aficionados al cine de todo el mundo, que lejos de llegar a un acuerdo tácito se manifiestan a favor o en contra de su obra, y en ambas posturas de forma encendida. Esto no debería molestar a ningún seguidor de su trabajo; más bien nos debería reconfortar que este siga hoy tan vivo como cuando se estrenó hace décadas.



El presente estudio de Luis García Gil, no podía ser de otra forma, se posiciona a favor de Truffaut, aunque -y es una labor encomiable- tampoco lo defiende a capa y espada sin argumentos o pasando por encima de las críticas vertidas a lo largo de los años. Para ello opta por no dejarse nada en el tintero, y en el ensayo que lo abre, significativamente titulado "El cine y la vida", no olvida mencionar la infancia difícil del realizador -marcada por la ausencia de una figura paterna y los problemas de disciplina en el colegio-, que luego quedaría reflejada en películas como la fundacional (y fundamental) Los cuatrocientos golpes o La piel dura, y que desembocó en que el joven François buscara refugio en las artes narrativas, esto es, la novela y el cine.



Por supuesto, buena parte de este estudio se centra en la labor de Truffaut como crítico en Cahiers du Cinéma, una revista que quedó marcada por el final de la guerra en 1945, cuando empezaron a llegar de golpe a los cines de Francia gran cantidad de películas hasta entonces retenidas, y que permitieron a toda una generación de críticos y futuros realizadores -Godard, Rohmer, Rivette, Chabrol, el propio Truffaut- descubrir títulos indispensables tanto del cine italiano (cintas de Rossellini o De Sica) como, muy especialmente, del norteamericano: realizadores como Orson Welles, Alfred Hitchcock o Howard Hawks vieron cómo su obra era estudiada y reivindicada por estos críticos que luego darían pie a la célebre Nouvelle Vague, la Nueva Ola francesa.



A la temprana edad de 22 años, Truffaut publica en Cahiers el célebre "Una cierta tendencia del cine francés", un artículo incendiario que ataca al cine francés más academicista y literario, y de mayor éxito en aquel momento y firmado por realizadores como Autant-Lara, Clouzot o Delannoy, para por el contrario defender otra manera de entender el séptimo arte: la de cineastas como Jacques Becker, Max Ophüls o muy especialmente Jean Renoir. Del hijo del pintor impresionista, Truffaut llegaría a decir que era el mejor director de cine, y del libro que a este dedicó André Bazin, padre putativo del propio Truffaut, que era el mejor libro de cine sobre el mejor director.



Con el paso de los años, a Truffaut se le criticaría que acabara haciendo un cine muy parecido a aquel que atacó en el citado ensayo, un cine literario en la medida en que se mostraba menos preocupado por romper con la dependencia del séptimo arte respecto de la novela olvidándose de la libertad que proporcionaban las nuevas técnicas cinematográficas que permitieron a estos realizadores salir a la calle y rodar casi cámara en mano dos cintas como A bout de soufflé de Jean-Luc Godard y la citada Los cuatrocientos golpes, y dando así el pistoletazo de salida a la Nouvelle Vague. Muchos años después, su compañero y amigo Godard -todavía vivo y en activo- no le perdonaría esta supuesta traición a los postulados del movimiento.



Posteriormente al citado ensayo introductorio, García Gil procede a desmenuzar las claves de cada trabajo del realizador, en estricto orden cronológico, de 1959 a 1983, sin olvidar sus trabajos en el ámbito del cortometraje. De esta forma, el lector podrá descubrir qué hay del propio Truffaut en la figura de Antoine Doinel, interpretado por su alter ego Jean-Pierre Leaud en un corto y cuatro largometrajes, los apuntes autobiográficos de una de las mejores películas del subgénero "el cine dentro del cine" -La noche americana, claro está- o su interés por la novela negra -llegó a adaptar textos de David Goodis y William Irish- y por otros géneros literarios: de la ciencia ficción de Ray Bradbury (Fahrenheit 451, donde expuso su amor por la letra impresa) al romanticismo decadente de Henry James (La chambre verte), pasando por la figura de Henri-Pierre Roché, al que volvió a poner de moda realizando Jules y Jim y Las dos inglesas y el amor.



Completa este repaso por la obra de Truffaut un breve capítulo acerca de su relación con Steven Spielberg durante el rodaje de Encuentros en la tercera fase -película en la que Truffaut desempeñó un importante papel- como, este mucho más interesante, un apartado sobre algunos de los proyectos que el autor de El amante del amor barajó pero nunca llegó a realizar, entre ellos Le petite voleuse (que tiempo después realizaría Claude Miller), una adaptación de La flecha de oro de Joseph Conrad o, este uno de los más famosos, Bonnie and Clyde, que acabaría rodando Arthur Penn con Warren Beatty y Faye Dunaway y se convertiría en una de las cintas más características y celebradas del cine estadounidense de los años 60.



Así pues, este François Truffaut de Luis García Gil no aporta nada nuevo acerca de la figura del cineasta francés y sus películas, pero sí sistematiza de manera precisa y accesible los rasgos más definitorios de su universo, y se convierte en un magnífico complemento tanto de las distintas biografías del cineasta que se han publicado -no se pierdan la completísima de Antoine de Baecque y Serge Toubiana publicada en España por Plot- como del propio visionado de las películas, la mayoría disponibles en DVD, y a la postre mejor manera de conocer de primera mano a tan maravilloso realizador.



(+) La web del autor