La pantalla global
Gilles Lipovetsky & Jean Serroy
Barcelona, Anagrama, 2009
360 pp. - 19,50 €
Atención al nuevo libro sobre cine de la Colección Argumentos de Anagrama: La pantalla global, co escrito por el sociólogo Gilles Lipovetsky -un habitual de la casa, con títulos como La sociedad de la decepción, Los tiempos hipermodernos o La felicidad paradójica- y el crítico de cine Jean Serroy, del que estaría bien se editara en español su a la priori muy atractivo Entre deux siècles. 20 ans de cinéma contemporain, que versa sobre la producción de los años 1985 a 2005.
Llamamos la atención sobre este libro, principalmente y por supuesto, porque nos parece una lectura excelente y una recomendación obligada. Pero ojo: no estamos ante un libro de historia del cine al uso, sino ante un ensayo de estética alrededor de la idea de la pantalla tecnológica -de ahí el título del ensayo- como representación del mundo que la aloja. No obstante, claro está, el cine tiene una presencia mayoritaria en el libro, con alrededor de cuatrocientas películas citadas -todas ellas reseñadas al final en un útil índice de títulos y páginas- y en algunos casos comentadas con interés.
"La pantalla global (...) sostiene que el cine nunca entró en conflicto con la sociedad de consumo, sino que se adaptó a ella, formateó su conducta diaria, sus fantasías y su concepción del mundo. Mientras generaba un infinito linaje de pantallas que garantizaban la cuadratura de la realidad, se convirtió en hipercine, en todopantalla, en modelo artístico, social y antropológico, y en principal punto de referencia de una sociedad que ha destruido los grandes sistemas referenciales. El cine, con sus miradas y pantallas, es la expresión por excelencia de la sensibilidad del mundo actual". Así reza el texto de la contraportada, y efectivamente eso es lo que hallaremos en su interior: un relato de la evolución del cine, por un lado, como tecnología en cambio constante, desde que naciera de la mano de los hermanos Auguste y Louis Lumière en 1895 hasta ayer mismo, pasando por el nacimiento del cine sonoro con El cantor de jazz, la aparición del cine a color, el cinemascope, el desarrollo de los efectos especiales y la hegemonía inminente del cine digital y la erradicación del delicado celuloide.
Por otro lado, y dada la actividad profesional de Lipovetsky, no es raro que se preste atención a cómo el cine ha afectado a la vida cotidiana, y esta a aquel: se presta atención a las nuevas formas de ver cine en el domicilio privado, primero con la aparición de la televisión, después con la invención del reproductor de vídeo, el DVD y el reciente Blu-ray, así como a través de las descargas de la red; una manera de entender el consumo cinematográfico muy distinta de la de las salas de cine: un acto de participación social e interactividad con el prójimo.
Finalmente, Lipovetsky y Serroy hablan del propio arte cinematográfico, ese séptimo arte que sigue legando obras maestras de la cultura mundial más de cien años después de su invención, en el que es el único arte cuyo nacimiento podemos fechar con exactitud, así como el único en sentido estricto que suele necesitar de una participación colectiva y de un presupuesto más o menos considerable para terminar tomando forma. A partir de esa premisa, los autores no temen retomar la diferencia entre el cine mainstream y de entretenimiento y el cine de autor a través del cual el artista pretende expresarse a sí mismo, y subrayan la aparición de un nuevo cine y unas nuevas categorías -la imagen-exceso, la imagen-multiplejidad y la imagen-distancia- frente a la imagen-espacio y la imagen-tiempo promulgadas por Gilles Deleuze.
De esta forma, el lector interesado en la historia y la crítica del cine encontrará en La pantalla global reflexiones sobre el cine metanarrativo de Abbas Kiarostami, los documentales de Michael Moore, los trabajos más crípticos -Mulholland Drive, Inland Empire- de David Lynch, la desnudez explícita de una embarazada Naomi Kawase, la transformación de Charlize Theron para ser oscarizada por Monster, o la revolución social rumana que desencadenó la Palma de Oro para 4 meses, 3 semanas, 2 días.
Pero como decíamos, La pantalla global es un libro sobre pantallas, y los videojuegos, los e-books e Internet -y su relación mayor, menor o nula con el cine- también tienen su hueco. A Lipovetsky y Serroy parece no escapárseles nada: al hablar de técnica reflexionan sobre el intercambio de archivos en Internet, la interacción del consumidor con los videojuegos o el cine en soporte transportable -DVD portátil, teléfonos móviles-; cuando hablan de arte no se olvidan del cada vez más en boga género documental (y de sus pretensiones y sus manipulaciones), el cine X o las películas hiperviolentas, pero también de la publicidad y del universo Second Life.
Y es que todo acaba proyectándose en una pantalla. Y ahí están Gilles Lipovetsky y Jean Serroy para dejar constancia de ello en un libro desde ya indispensable para entender el mundo hipermoderno que nos ha tocado vivir... y contemplar convertido en píxeles.
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