viernes, 5 de diciembre de 2008

Los hombres detrás de la cámara

La editorial Lumen acaba de poner a la venta dos estupendos libros sobre una pareja de cineastas imprescindibles: Alfred Hitchcock y Woody Allen. Y los firman dos expertos autorizados de la talla de Donald Spoto y Eric Lax.

De ambos títulos y ambos realizadores hablamos en la columna de Abandonad toda esperanza de hoy:

Woody y Hitch




[Fotografía: Tippi Hedren en una imagen promocional de Los pájaros.]

jueves, 15 de mayo de 2008

Un repaso a los clásicos del terror

Calamar Ediciones publica estos días Terror Cinema, de Juan A. Pedrero Santos, que repasa a lo largo de casi 450 páginas y varios centenares de fotografías los títulos más emblemáticos de la historia del cine de terror.



Texto de la contraportada:

De entre todos los géneros que componen el Cine Fantástico, el cine de terror es, sin duda, el que más obras maestras ha aportado a la ya larga historia del Séptimo Arte. Un género que ha ido adaptándose a los tiempos, consiguiendo ser reflejo y crisol, casi siempre velado, de las inquietudes que han perturbado al ser humano a través de los tiempos.



En este libro, profusamente ilustrado con más de 700 fotografías, fotocromos y carteles de películas a todo color, se hace un profundo repaso al cine de terror clásico a través de sus grandes obras, enmarcadas en un período que comienza en los mismos orígenes del cine, la época silente, pasando por la etapa dorada de la Universal, las producciones de Val Lewton, el auge de la británica Hammer, las particulares idiosincrasias del cine italiano, japonés o el fantaterror español, hasta llegar a películas claves que constituyen el punto de partida del cine de terror moderno, como La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero o Tiburón, de Steven Spielberg.



Un repaso que asume la labor de contrarrestar el hábito de las nuevas generaciones de espectadores, en peligroso feedback con la propia industria cinematográfica, que se empeñan, en consumir unos, y en producir los otros, nuevas versiones de películas antiguas que desde hace décadas tienen bien demostrada su vigencia y virtud; casi siempre con el único logro de certificar lo extraordinarias que son las películas originales ante la obligada comparación con sus correspondientes y actualizados remakes.



Proponemos al lector que se adentre en estas bellas páginas y haga un recorrido por el género a través de sus grandes clásicos.

Pasen y vean.

viernes, 4 de abril de 2008

La historia oculta de los rodajes

En su momento recomendamos encarecidamente la biografía de Cary Grant escrita por Marc Eliot, y hace unos días reseñábamos también una novela del realizador Óscar Aibar, Making of, sobre los hechos que rodearon al rodaje de su película Atolladero.

De ambos libros, muy recomendables los dos, volvemos a hablar hoy, esta vez en la columna de Abandonad toda esperanza en El Periódico de Villena. Podéis leer la versión digital aquí:

Sueños y pesadillas al por mayor

miércoles, 2 de abril de 2008

Una novela... basada en un rodaje real

Acaba de ver la luz Making of, la segunda novela del escritor, cineasta y guionista de cómics Óscar Aibar. Por tanto, no es un ensayo sobre cine en sentido estricto, pero tras su envoltorio de ficción se esconde un verdadero testimonio acerca de los hechos que acontecieron durante el rodaje de su película Atolladero (1995).



Por tanto, una lectura muy recomendable para los interesados en el tema, además de, simple y llanamente, una estupenda novela.

La crítica, en Abandonad toda esperanza.

viernes, 15 de febrero de 2008

CARY GRANT

Cary Grant. La biografía
Marc Eliot
Barcelona, Lumen, 2007
576 pp. - 21,90 €




Muchos piensan, y parte de razón no les falta, que la ignorancia proporciona la felicidad; pero también es cierto que la verdad nos hace libres. Por ello, sensaciones enfrentadas surgen en el ánimo del aficionado al cine después de disfrutar de la lectura de Cary Grant. La biografía, impecable repaso de Marc Eliot a la vida y milagros de uno de los más grandes iconos del séptimo arte.



Las casi seiscientas páginas de tan monumental biografía proporcionan un completo y fidedigno retrato de Archibald Alexander Leach, un joven nacido en Bristol en el seno de una familia humilde y fragmentada, y que con el paso de los años decidió viajar a los Estados Unidos para convertirse en un actor de éxito. Quién le iba a decir a él por aquel entonces no ya solo que conseguiría tal propósito, sino que el lograrlo no le iba a proporcionar la felicidad que buscaba.

Y es que Archie Leach iba a terminar convirtiéndose en lo que todos los hombres iban a querer ser: Cary Grant. El paradigma del galán de Hollywood, caballero conquistador de mujeres, aventurero elegante y héroe impecable. Como él mismo dijo en cierta ocasión : "Todos quieren ser Cary Grant. Hasta Cary Grant".



Por ello, desde este momento resultará extraño ver en la pantalla de nuestro televisor las galanterías de un hombre del que ahora conocemos con todo lujo de detalles sus relaciones homosexuales. Particularmente, la que mantuvo con el actor Randolph Scott, estrella de westerns de serie B, muchos firmados por Budd Boetticher, y al que muchos consideran respecto de Grant el amor de su vida. A ambos les unía "su gusto por beber, fumar, la ropa cara, el humor socarrón y que ambos, sexualmente, no eran especialmente tórridos, ya que consideraban el sexo como algo accesorio". Grant y Scott compartieron un apartamento junto a la playa, algo habitual entre los actores de la época, pero ante los crecientes rumores acerca de que entre ambos existía algo mucho más fuerte que una simple amistad, los estudios les obligaron a salir y dejarse fotografiar públicamente con jóvenes y atractivas aspirantes a actrices que en la mayoría de los casos se quedaron en nada.



Su condición bisexual llevó a que Grant también se enamorara de muchas de las actrices con las que trabajó, especialmente de Sophia Loren tras rodar Orgullo y pasión con Frank Sinatra, que se convirtió en su rival por las atenciones de la italiana, casada por aquel entonces con el productor Carlo Ponti. De igual manera, Grant acabó contrayendo matrimonio con cinco mujeres, la cuarta de ellas la actriz Dyan Cannon. No obstante, el actor establecía con todas ellas, más que una atracción puramente sexual, un vínculo afectivo, prolongación del que mantuvo con una madre de la que mucho tiempo pensó que había fallecido y que años después reapareció en su vida.



No es este el único aspecto oscuro de la vida de Grant en una época que no aceptaba la homosexualidad como algo normal, mucho menos en el caso de un galán de Hollywood: Eliot señala que en sus primeros años en Norteamérica no solo fue actor de variedades y saltimbanqui, sino también acompañante, un auténtico gigoló al servicio de mujeres acaudaladas. Además, consumía más alcohol del aconsejado, y tomó LSD, cuando todavía no era una sustancia ilegal pero no gozaba de demasiada popularidad, en compañía de otras personalidades como el escritor Aldous Huxley, autor de Las puertas de la percepción.



Pero al mismo tiempo que esta lectura puede mancillar la figura de Grant como icono del galán de Hollywood, sus trabajos se ven matizados también por el aura oscura de alguien obsesionado por su bienestar físico y su impecable apariencia, un actor cuya carrera profesional se vio marcada por la búsqueda de una independencia respecto de los férreos contratos de los estudios, que se saldó con algunos beneficios económicos pero también con el continuo rechazo por parte de una Academia que le negó siempre el Oscar. Finalmente, Grant solo conseguiría una estatuilla honorífica al final de su carrera, gracias al empeño personal del actor Gregory Peck, nuevo presidente de la asociación.



Más allá de su vida personal, con sus virtudes (su exquisita educación, su sentido de la amistad, el imbatible afán de superación fruto de una inquebrantable fe en sí mismo, y la discrección con la que trató a sus distintas parejas) y sus defectos (su falta de sinceridad, para con los demás y para consigo mismo, sin olvidar su proverbial tacañería), el libro que nos ocupa no deja de lado, ni mucho menos, su faceta profesional. A lo largo de sus páginas, un documentadísimo Marc Eliot retrata sus duros comienzos en películas hechas para el lucimiento de otros actores (destacando particularmente el caso de la fulgurante y provocativa estrella Mae West), su eterna admiración por Charles Chaplin, la fuerte rivalidad con Gary Cooper, su amistad con compañeras de reparto como Ingrid Bergman o Grace Kelly o muy especialmente el magnate y cineasta Howard Hughes... así como su rendición ante un nuevo cine que despuntó en la década de los 60, con actores que apostaban por el método de interpretación de Stanislawsky y Elia Kazan, intérpretes atormentados al estilo de Montgomery Clift o Marlon Brando, y a los que siguieron actores y películas que ya no apostaban por la impecable elegancia de ídolos inalcanzables, sino por la cercanía y la identificación del público con lo que pasaba en la gran pantalla: el caso de El graduado, que convirtió a Dustin Hoffman en estrella, es especialmente paradigmático.



Pese a no comulgar con muchos factores de la industria cinematográfica, y a pesar de varios intentos ocasionales de abandonar la profesión, un proceso de trabajo constante profundamente relacionado con una búsqueda de la propia identidad acabó llevando a Grant a trabajar con casi todos los más grandes directores del cine del Hollywood de los años dorados: salvo John Ford, Raoul Walsh, Fritz Lang y pocos más, los cineastas que definieron un modo de hacer y entender el cine recurrieron a los servicios del intérprete británico.



De esta forma Grant trabajó con los más importantes cineastas del Hollywood clásico, de George Cukor (en La gran aventura de Silvia, Vivir para gozar e Historias de Philadelphia) a Leo McCarey (La pícara puritana, Tú y yo), los dos realizadores que lo convirtieron en el galán por excelencia de los años 30 y 40, pasando por Josef von Sternberg (La Venus rubia), George Stevens (Gunga Din), Michael Curtiz (Noche y día), Frank Capra (Arsénico por compasión), Stanley Donen (Indiscreta, Charada, Página en blanco) o Blake Edwards (Operación Pacífico). Sin olvidar, por supuesto, a dos nombres clave tanto en el devenir del arte cinematográfico como en el curriculum profesional de Grant: por un lado Howard Hawks, quien representa posiblemente lo mejor del sistema de estudios de Hollywood, un artesano que se adaptó a cualquier género y que a su vez consiguió marcar su impronta en muchos de sus westerns, comedias o filmes policiacos, y que dirigió a Grant en la magnífica cinta de aventuras Sólo los ángeles tienen alas, así como en cuatro comedias impecables: La fiera de mi niña, Luna nueva, La novia era él y Me siento rejuvenecer.



Por otro lado, claro está, Alfred Hitchcock, que hizo del actor, británico como él, uno de sus dos actores fetiche (el otro fue, claro está, James Stewart) y se convirtió en el único que logró captar en la gran pantalla el lado más oscuro del actor. Precisamente por ello, el Maestro del Suspense se convirtió en el director predilecto del propio Grant, pues acabó con su encasillamiento en papeles de comedia y drama sentimental gracias a los cuatro títulos imprescindibles de la historia del cine que su colaboración conjunta nos legó: Sospecha, Encadenados, Atrapa a un ladrón y Con la muerte en los talones.



Como imprescindible es este libro de Marc Eliot no ya solo para los seguidores de Cary Grant, sino para todos los aficionados al cine norteamericano clásico. Aunque, bien pensado, ser uno de estos lleva inevitablemente a formar parte del grupo anterior. Porque Grant, lo quisiera o no, es el cine.



(El libro incluye un encarte con fotografías, así como una bibliografía, una filmografía y un índice onomástico al final.)


[Fotogramas: Historias de Philadelphia; Con la muerte en los talones; La fiera de mi niña.]

viernes, 4 de enero de 2008

MÁS ALLÁ DEL OESTE

Más allá del Oeste
Ángel Fernández-Santos
Barcelona, Debate, 2007
256 pp. - 19,90 €




Las siluetas de cuatro hombres salvajes -Ben Johnson, Warren Oates, William Holden y Ernest Borgnine- que se dirigen sin remedio hacia una muerte segura reciben al lector desde la nueva portada de la recuperación, a cargo de Debate, de Más allá del Oeste, libro que es, digámoslo ya, un clásico contemporáneo de la crítica cinematográfica en España.



Publicado por vez primera en 1988, este libro de Ángel Fernández-Santos no es un análisis pormenorizado y profuso en datos de las cintas que han acabado conformando y definiendo a un género (en este caso el western, la literatura épica de los Estados Unidos en celebrada definición de Jorge Luis Borges), sino un acercamiento personal de su autor a una serie de películas y realizadores por las que siente gran admiración.



El malogrado Fernández-Santos, autor también de Maiakovski y el cine (1974), pasará a la historia, además de por su trabajo como guionista cinematográfico (que incluye El espíritu de la colmena de Víctor Erice y varios trabajos de Francisco Regueiro), como el crítico cinematográfico titular del diario El País durante casi veinticinco años: una labor ingente que ha permitido que en estos días la editorial haya publicado también La mirada encendida, una recopilación de sus críticas en diversas publicaciones, pero con profusión de reseñas para el citado periódico.



No obstante, su mejor libro, entendiendo este concepto como obra cerrada y unitaria, es este Más allá del Oeste, que repasa clásicos imprescindibles de aquel cine que fue llamado en el pasado "películas del Oeste", como La diligencia, Centauros del desierto, El hombre que mató a Liberty Valance, Río Bravo, Eldorado, Winchester 73, Tierras lejanas, Solo ante el peligro, Johnny Guitar o Encubridora; así como las constantes de sus autores, nombres considerados hoy como grandes cineastas que han trascendido el género: es el caso de Howard Hawks, Anthony Mann o, muy especialmente, John Ford.



Aunque el western clásico es el gran protagonista del libro, el autor no olvida lo que podríamos llamar post western, con muestras del denominado western crepuscular, y también del spaghetti western: de esta forma, pasean por las páginas del libro filmes como La balada de Cable Hogue de Sam Peckinpah, Las aventuras de Jeremiah Johnson de Sydney Pollack o El bueno, el feo y el malo de Sergio Leone.



Todos estos, películas y directores, jalonan los cinco ensayos ("Una tragedia de nuestro tiempo", "Pecado original", "El gran desacuerdo", "En territorio hostil" y "La caza del hombre") que conforman el grueso de la obra, y que aparecen salpicados de multitud de diálogos memorables, que recuerdan una época dorada de Hollywood en cuanto al talento de sus guionistas (los antecesores de esos que hoy se declaran en huelga), y que son extraídos directamente para la ocasión de las propias películas, por parte de un fanático del cinematográfo que supo transmitir en sus textos el amor que sentía por el séptimo arte.



De esta forma, ideas y conceptos como el espíritu de la frontera, la aparición del ferrocarril o la violencia innata en todo ser humano son tratados por Fernández-Santos con una prosa cuidada, y un mimo exquisito, que hacen de Más allá del Oeste no un sesudo análisis del lenguaje cinematográfico, sino un libro sobre cine, en concreto sobre el género que más hizo por popularizar este arte del siglo XX, y que -como suele decirse, y en este caso es un gran elogio- se lee como una novela.



(El libro incluye un encarte de 16 páginas con fotografías, así como una bibliografía y un índice onomástico al final.)

[Imágenes: Solo ante el peligro; La diligencia; El bueno, el feo y el malo; James Stewart, John Ford y John Wayne durante el rodaje de El hombre que mató a Liberty Valance.]