lunes, 30 de noviembre de 2009

TERROR EN PÍLDORAS

Terror en píldoras. Las películas episódicas de terror
David G. Panadero
Madrid, Prótesis Editorial, 2009
134 pp. - 5 €



Libro personal donde los haya -tengo el placer y el honor de conocer a su autor y sé de lo que hablo-, desde la dedicatoria hasta una bibliografía tan selecta como certera, Terror en píldoras podría suponer sin esfuerzo el primer acercamiento bibliográfico patrio al subgénero de películas de episodios dentro del marco genérico del terror.



Si no me equivoco, con este libro arranca el trabajo de Prótesis Editorial al margen de la revista homónima especializada en género negro que hoy día dirige su autor, David G. Panadero, y publica Diábolo Ediciones; y se inaugura igualmente la colección Fuera de Campo, que esperamos siga deparándonos alegrías como esta: un librito de formato manejable que puede recordar tanto a los desaparecidos Cuadernos Ínfimos de Tusquets como a algunos de los textos sobre cine de género y cómic que edita la Semana Negra de Gijón. Un instrumento ideal para hacerse una idea general -y en este caso, también genérica- acerca de un tema en concreto: nunca nadie ofreció tanto -atención al repaso a los escritores clásicos de cuentos de miedo- por tan poco. Un auténtico reader's diggest del horror en cápsulas.



La presente obra, empezando por su subtítulo explícito -"Las películas episódicas de terror" y por su aspecto liviano -no llega a las ciento cincuenta páginas-, no pretende engañar a nadie: se trata, y así lo expone abiertamente su responsable en la introducción, de un recorrido tan breve como sugerente y subjetivo por las producciones cinematográficas que han tratado de captar, unas con mayor acierto que otras, la atmósfera de los cuentos de miedo narrados al calor del fuego, la tradición oral previa (y superviviente posterior) a la literatura escrita, los cuentos clásicos de la literatura sobrenatural y los primitivos tebeos de EC Comics.



Resulta diáfano que si no se trata de una obra más exhaustiva esto es así por voluntad del autor, no por su incapacidad: si no fuera porque, como decía, conozco al autor -y lo primero que hizo al poco de conocernos fue invitarme a ver Terror en el espacio de Mario Bava, uno de los autores tratados en el libro- y sé a ciencia cierta que destila amor hacia y conocimiento del género por todos sus poros, lo deduciría sin posibilidad de error a partir de la lectura de este, lo adelanto ya, delicioso librito.



Para empezar, Panadero se gana el corazón del que esto suscribe evocando ya desde el mismo comienzo la escena de apertura de La niebla, uno de los trabajos más redondos de uno de los cineastas más completos del cine fantástico contemporáneo: John Carpenter. A partir de esta secuencia se enlaza con la citada tradición oral y hace un repaso fugaz pero curiosamente nada somero sino muy ilustrativo acerca de la literatura de terror en pequeñas dosis que, bajo la sombra tutelar de H. P. Lovecraft y su indispensable El horror en la literatura, se retrotrae a Boccaccio y Chaucer para traer luego a colación a Horace Walpole, el inevitable Poe, la productiva y célebre reunión en Villa Diodati, el hoy exhumado Bram Stoker gracias a la secuela de su Drácula, Alexandre Dumas, Arthur Machen... y Clive Barker, como adecuado colofón.



Arranca luego el cuerpo central de la obra, compuesto por diez análisis de otros tantos títulos ubicables bajo el epígrafe general. Estos son, en estricto orden cronológico: El hombre de las figuras de cera (Paul Leni, 1923), La zíngara y los monstruos (Erle C. Kenton, 1944), Al morir la noche (Alberto Cavalcanti & Charles Crichton & Basil Dearden & Robert Hamer, 1945), Three Cases of Murder (Wendy Toye & David Eady & George More O'Ferral, 1954), Las tres caras del miedo (Mario Bava, 1963), Doctor Terror (Freddie Francis, 1964), El manuscrito encontrado en Zaragoza (Wojciech J. Has, 1964), Historias extraordinarias (Roger Vadim & Louis Malle & Federico Fellini, 1968), Creepshow (George A. Romero, 1982) y En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984). Como puede verse, todas estas cintas tienen en común, claro, la estructura episódica, si bien hay algunas que apuestan por guardar una cierta unidad entre sí optando por una narración lineal y aglutinadora -particularmente obvio en los trabajos de Has y Jordan, por ejemplo), mientras que otras incluyen un cierto número -que es uno como podría ser otro- de historias autoconclusivas, exista un personaje a modo de maestro de ceremonias -algunos tan icónicos como el Boris Karloff del film de Bava o el Creepy de la película de Romero escrita por Stephen King- o no -caso del eurohorror de Vadim, Malle y Felllini.



Es difícil quedarse solamente con algún capítulo en concreto para destacar sus virtudes, pero no puedo sino señalar el acertado acercamiento a Bava -del que destaca con acertadísimas palabras su "sentimiento operístico latino hacia lo macabro"-, la encomiable reivindicación del primer episodio de Three Cases of Murder -el fascinante "In the Picture"- frente al más popular por contar con la presencia de Orson Welles o, sobre todo, el análisis que cierra el libro, acerca de En compañía de lobos, o la historia de Caperucita Roja en clave freudiana y postmenstrual de Angela Carter plasmada en bellísimas imágenes por el autor de obras maestras de la ambigüedad como Juego de lágrimas o Desayuno en Plutón. Un film de entre cuyos seguidores el autor siempre ha sido adalid confeso y que aquí es analizado con tanto cariño como precisión.



Por otro lado, y para subsanar en cierta medida la breve extensión de este trabajo, Panadero incluye un apéndice con otros títulos recomendados, que me hace añorar un análisis más extenso de un clásico como Kwaidan de Masaki Kobayashi, pero que me libra de tener que recordar experiencias traumáticas como El club de los monstruos del otrora interesante Roy Ward Baker o la muy decepcionante Necronomicon de Brian Yuzna y compañía.



Como imaginará ya el lector, el único pero que se me ocurre ponerle al libro y al trabajo de su autor es en realidad un elogio: una vez finiquitada su lectura es fácil quedarse con ganas de más. El propio autor confiesa que su intención era abrir camino afirmando que "una vez tirada esta primera piedra, seréis muchos los que, desde revistas, portales de Internet, blogs o incluso libros, sigáis indagando y haciendo aportaciones valiosas". Y yo me pregunto si no será que el autor tiene algún que otro proyecto en ciernes que le ha impedido seguir profundizando en este campo, pues se me ocurren muy pocos, por no decir casi ninguno, de entre sus congéneres capaces de hacerlo mejor que él mismo: Panadero, además de sentir una inclinación cuasi natural hacia el fantástico -ahí están para corroborarlo su monografía sobre Dark City de Alex Proyas o sus libros co escritos con Miguel A. Parra sobre Ed Wood y su máximo valedor actual, Tim Burton- es de los que mejor escriben sobre literatura y cine de género(s) en nuestro país, ni más ni menos. Así que me permitirán que siga esperando con ganas un trabajo más exhaustivo acerca del subgénero firmado por el mismo autor de este Terror en píldoras que puede servir, por el momento, a modo de perfecta introducción en el tema en cuestión.



(+) Más información en la web oficial: Terror en píldoras.

(+) El libro a la venta en: Estudio en Escarlata. En dicha librería madrileña, el próximo viernes 4 de diciembre a 19.30 horas, tendrá lugar la presentación del libro con la presencia del autor del mismo y de Frank G. Rubio. Entrada libre limitada al aforo del local.

[Fotografías: David G. Panadero, Historias extraordinarias, El manuscrito encontrado en Zaragoza, En compañía de lobos, Al morir la noche.]

jueves, 29 de octubre de 2009

CINE ZOMBI

Cine zombi
Ángel Gómez Rivero
Madrid, Calamar Ediciones, 2009
496 pp. - 24 €



En el ámbito cultural, como en todo, las modas se suceden a un ritmo vertiginoso, y lo que ayer estaba a la última hoy huele a podrido -una metáfora muy al hilo del tema que trataremos, como verán enseguida-, mientras nuevos productos reclaman su parcela. El terror no es una excepción, y justo cuando los expertos empiezan a vaticinar el final de la moda vampírica a rebufo del éxito de Crepúsculo de Stephenie Meyer y su adaptación cinematográfica, y que podría finiquitar la continuación oficial (¿y sacrílega?) del clásico de Stoker, Drácula, el no muerto de Dacre Stoker y Ian Holt, parece que son los zombis los llamados a surgir de sus tumbas para poblar los anaqueles de las librerías y las carteleras de medio mundo.



Así pues, justo en el momento en el que se publica la revisión del clásico de Jane Austen Orgullo y prejuicio en clave zombi, aparece una novela como Zombis rubias, las guías de supervivencia de Max Brooks triunfan allá donde van o una editorial como Dolmen anuncia toda una línea de libros y cómics dedicados al subgénero, sin olvidar varios cómics de similar temática, la crítica cinematográfica no podía mantenerse al margen, y han acabado confluyendo dos títulos de temática similar: por un lado, José Manuel Serrano Cueto publica Zombie Evolution (El libro de los muertos vivientes en el cine), que no tengo el gusto de haber leído porque, aunque la hipotética existencia de los muertos vivientes pueda hacer pensar lo contrario, nuestro tiempo es limitado y hay que dosificarlo con extremo cuidado; y por otro se edita el título que nos ocupa y que ya anunciamos en su día: Cine zombi, la apuesta de Calamar Ediciones -una editorial que poco a poco va construyendo un catálogo de libros sobre cine fantástico y de género verdaderamente envidiable- y de un servidor como lector irredento de libros de cine y fan fatal de las películas de miedo.



Ángel Gómez Rivero no era un desconocido para mí, y no solo por haber disfrutado de su anterior Casas malditas. La arquitectura del horror, también de la mano de Calamar y dedicado a glosar las películas del género protagonizadas por mansiones encantadas y edificios afines. A Gómez Rivero lo he seguido como contertulio en foros de Internet dedicados al cine como arte e industria y al DVD como soporte digital, y sus palabras siempre han denotado tanto amor hacia el séptimo arte como conocimiento del mismo, destilando un juicio formado con el que, claro, se puede o no estar de acuerdo en según qué ocasiones, pero que lejos de adoptar una postura talibán que no se para en contemplaciones opta por dar forma a un criterio de opinión y valoración tan lógico y coherente como pueda serlo cualquier criterio referido a un objeto artístico, siempre diana de filias y fobias particulares.



Si hablamos de filias, a Gómez Rivero le pierde el cine clásico: por eso, particularmente suculentos son los primeros capítulos de este libro, adelanto ya, indispensable, donde el autor se detiene pormenorizadamente en analizar los primeros clásicos incontestables del género, como La legión de los hombres sin alma de Victor Halperin o, por supuesto, Yo anduve con un zombie de Jacques Tourneur... sin olvidarse de otros títulos afines a la temática aunque no estrictamente ubicables dentro de sus fronteras, como las silentes El gabinete del doctor Caligari de Robert Wiene o El hundimiento de la casa Usher de Jean Epstein, según el cuento de Edgar Allan Poe.



Pero no teman los detractores -ellos se lo pierden, dicho sea de paso- del cine clásico: apenas superado el primer centenar de páginas de las casi quinientas de las que consta el libro aparece el nombre y la película que todos esperaban, y que terminó de redefinir el género del horror en la gran pantalla siguiendo la estela de Psicosis de Alfred Hitchcock y abriendo el camino a clásicos contemporáneos incontestables como La matanza de Texas de Tobe Hooper. Me refiero, claro, a George A. Romero y La noche de los muertos vivientes, que en 1968 hizo tambalearse a los drive ins de toda Norteamérica con una pesadilla en blanco y negro donde el horror se alejaba del espacio exterior de donde llegaban los extraterrestres comunistas o de los grandes salones de fastuosos cortinajes de la Hammer para surgir del cementerio más cercano.



Demostrando estar a la última, Gómez Rivero analiza toda la saga de Romero al completo, de la trilogía original a las posteriores La tierra de los muertos vivientes y El diario de los muertos, sin olvidar los remakes firmados sucesivamente por Tom Savini (que en mi opinión alaba en demasía, pero para gustos...), Zack Snyder (este sí, magistral para ambos) y Steve Miner (este último, inédito en España), así como la nueva aportación de Romero, Survival of the Dead, que aquí se cita de pasada.



Los amantes del cine mediterráneo más abisal, entre los que me cuento, también están de suerte: Lucio Fulci y sus películas de muertos vivientes -Nueva York bajo el terror de los zombi, pero también Miedo en la ciudad de los muertos vivientes y, más tangencialmente, la tan fascinante como absurda Aquella casa al lado del cementerio-, todas ellas hechas con pocos medios y mucha osadía, también son comentadas en Cine zombi, sin olvidar a maestros como Mario Bava y su Terror en el espacio, las muy populares en los años 80 Demons y su secuela, o la increíble -que el espectador le dé su valoración, positiva o negativa, al adjetivo, pues ambas son en cierto modo válidas- La invasión de los zombies atómicos de Umberto Lenzi.



Y en cuanto al cine patrio, no podían faltar Paul Naschy y Jesús Franco, nombres clave del cine fantástico español por mucho que les pese a algunos, así como los templarios de Amando de Ossorio, a los que el autor dedica un capítulo al completo, o la exitosa [REC] de Jaume Balagueró y Paco Plaza, de la que acaba de estrenarse la segunda parte. Pero si hay un nombre al que Gómez Rivero dedique especial atención ese es el de Jorge Grau, gracias a su innegable aportación al subgénero: No profanar el sueño de los muertos. El propio Grau es el autor del prólogo con el que se abre el libro, y una entrevista con el realizador de la también interesante Ceremonia sangrienta sirve como colofón, cerrando la obra como un círculo perfecto.



Uno de los mayores atractivos de Cine zombi es su exhaustividad: como decíamos, Gómez Rivero muestra una particular querencia por el cine clásico, pero su rendida y confesa admiración por maestros del celuloide primitivo como Murnau o Dreyer no es obstáculo para haber visto y comentado hasta la última producción de serie Z rodada de forma casi amateur (a veces puede eliminarse el casi) y distribuida en el mercado doméstico. Por esa misma razón, no faltan tampoco aquellos títulos donde horror y humor se unen con mayor o menor acierto -de Braindead de Peter Jackson a la más reciente Dead Snow, sin olvidar la casposa Blood Diner, la lamentable Undead or Alive o la inevitable Shaun of the Dead-, o un reflejo de aquellos títulos que no están protagonizados realmente por muertos vivientes -dado que la amenaza en cuestión no ha pasado por el tránsito de la muerte- pero sí por contaminados que actúan como verdaderos zombis; esto es, títulos como 28 días después (y su espléndida secuela dirigida por Juan Carlos Fresnadillo), los primeros trabajos de David Cronenberg Vinieron de dentro de... y Rabia, las adaptaciones del texto de Richard Matheson El último hombre... vivo y Soy leyenda, o la rabiosamente divertida Planet Terror de Robert Rodriguez.



En definitiva: que podríamos decir, al menos a fecha de hoy, que estamos ante la aportación definitiva a la bibliografía cinematográfica (y televisiva: el autor no se olvida de la interesante Dead Set) española a este subgénero del cine de terror, por la profusión de datos y el interés de los análisis efectuados por el autor. Además, esto viene de la mano de una maquetación atractiva, con un gran número de ilustraciones -siempre he defendido que si hay un tipo de libros que han de ser ilustrados, estos han de ser los libros sobre un arte tan visual como es el cine- tanto en blanco y negro como en color. Como único pero, que al Apéndice II, un índice alfabético de títulos citados verdaderamente funcional, se le llame "Filmografía selecta". Pero como imaginarán, esto es pecata minuta que ni se acerca a enturbiar los logros de un libro, a mi entender, indiscutiblemente indispensable para todo aficionado al cine de terror, guste más o menos de las películas protagonizadas por estos muertos en vida.

[Fotografías: La noche de los muertos vivientes, Ángel Gómez Rivero, Yo anduve con un zombie, La noche de los muertos vivientes, El diario de los muertos, Demons, No profanar el sueño de los muertos, Dead Snow, Dead Set.]

sábado, 12 de septiembre de 2009

MALDITOS BASTARDOS

Malditos bastardos
Quentin Tarantino
Barcelona, Reservoir Books Mondadori, 2009
176 pp. - 16,90 €



El arte de escribir guiones cinematográficos, como el de elaborar obras teatrales, debe asumir siempre su condición de tránsito, su naturaleza de provisionalidad, pues el fin último de todo libreto es, al igual que el de un drama es ser representado sobre las tablas, verse filmado con una o varias cámaras, montado con una mesa o un programa de edición y proyectado en una pantalla.



Por ello, la lectura de guiones cinematográficos siempre se ha visto relegada a un término que ni siquiera es el segundo, sino uno de los últimos de una larga lista donde le anteceden el consumo de novelas, ensayos y hasta el nunca bien ponderado género del relato corto. Y al igual que la lectura de obras de teatro queda reducida en la mayoría de los casos a los estudiosos -sean profesionales académicos o sufridos estudiantes- de cualquiera de las literaturas nacionales, la de los guiones de cine siempre ha estado destinada al consumo de un grupo de lectores muy reducido y fiel.



Pero quizá sea Quentin Tarantino uno de los pocos autores de guiones -otro podría ser Woody Allen- llamado a superar las fronteras de esta reducida camarilla: cuando la edición de guiones en España se reduce a iniciativas tan loables como aisladas como la de la librería (y editorial) 8 y 1/2, y aquellos tiempos en los que Alianza editaba en formato de bolsillo guiones de cineastas como Antonioni o Godard están prácticamente olvidados, Mondadori se descuelga con la edición del guión de Malditos bastardos, la última locura cinematográfica de este enfant terrible de Hollywood, de este nuevo Rey Midas del celuloide... con permiso de Steven Spielberg.



Todavía recuerdo la agradable sorpresa que supuso en su día, a comienzos de los años 90, la edición, si no recuerdo mal también por Mondadori y en su línea Reservoir Books -además, una colección de nombre inspirado en la ópera prima del realizador norteamericano: Reservoir Dogs-, de la publicación del guión de Pulp Fiction, escrito a medias por Tarantino y su otrora amigo del alma Roger Avary. Muchas cosas han cambiado desde entonces: Avary ya no es su mejor amigo -según una conocida revista especializada ahora lo es Eli Roth, el director de Hostel, como entre uno y otro lo fue Robert Rodriguez-, y Tarantino ya no está sujeto a las coordenadas de un género -casi podría decirse que su cine es un género en sí mismo- ni necesita de Palmas de Oro ni Oscars al Mejor Guión Original que revaliden su valía y lo mantengan en el candelero de la actualidad cinematográfica internacional.



Solo así se entiende que en un terreno yermo para este tipo de iniciativas todavía aparezca la edición de un guión como una de las novedades calientes en el principio de curso editorial. Así, Mondadori vuelve a apostar por el realizador de Death Proof y edita, simulando condición de facsímil, este guión de apenas 160 páginas que ha acabado por plasmarse en la pantalla en un film de unos 150 minutos (casi se cumple esa aproximación que suele establecerse de "1 página = 1 minuto").



¿Qué cuenta Malditos bastardos, guión y película? Pues la venganza por parte de Shoshanna Dreyfus (Mélanie Laurent en el film), una joven judía, y de un grupo de soldados judeoamericanos a las órdenes del teniente Aldo Raine (Brad Pitt), contra Hans Landa (Christoph Waltz), un coronel del ejército nazi apodado "Cazador de judíos" que asesinó a la familia de la primera; todo ello en un plan de venganza que podría pasar también por el exterminio del mismísimo Adolf Hitler...



El resultado, claro, es un collage made in Tarantino, una película bélica que homenajea tanto a las manifestaciones del género realizadas con bajo presupuesto en Europa -el título lo retoma del nombre anglosajón de un film de Enzo G. Castellari de 1978, Aquel maldito tren blindado- como a los spaghetti westerns de Sergio Leone filmados en Almería (el primer título provisional de la película fue Érase una vez en la Francia ocupada), y cuyo guión permite disfrutar con las acotaciones de su autor, explicaciones de las que carecemos en el film (que ya disfruta del privilegio de la imagen para narrar) tan sugerentes y reveladoras como esta: "El auditorio recuerda una de aquellas películas de serie B donde Tinto Brass fusiló La caída de los dioses de Visconti". Cualquier explicación más al respecto sobra.



Como único aspecto negativo de la edición, señalar que el guión aparece despojado de cualquier material extra, y apenas está acompañado por un breve (pero revelador, eso sí) prólogo firmado por David L. Robbins, autor de títulos como The Betrayal Game, The Assassins Gallery, War of the Rats o Liberation Road. Si se hubiera acompañado el plato con el aliño de alguna entrevista con miembros del equipo artístico y técnico, alguna recopilación de fotografías a modo de making of impreso o algún estudio crítico sobre el cine de Tarantino -algo parecido a lo que Editorial AJEC ha hecho recientemente con el guión de Donnie Darko-, el producto resultante habría sido redondo. Así, tal como está, solo es redondo para los fanáticos de su autor y para, seguro que siguen existiendo, esos pocos lectores de guiones cinematográficos que no se perderán el título estrella -y a lo mejor el único- de lo que se publique este año.

viernes, 14 de agosto de 2009

viernes, 24 de julio de 2009

Cazador blanco, detective beatnik

En la columna de Abandonad toda esperanza de hoy recomendamos una de las novedades presentadas en la Semana Negra de Gijón: Trago amargo, de Francisco G. Haghenbeck. La novela del escritor y guionista de cómics mexicano inaugura la serie protagonizada por el investigador privado seguidor de la literatura beatnik Sunny Pascal, y que satisfará a los fanáticos del séptimo arte al estar sus tramas ambientadas en rodajes de conocidos títulos de la historia del cine.



La acción de esta Trago amargo se desarrolla durante el rodaje de La noche de la iguana, la película de John Huston que adaptaba una obra de Tennessee Williams con un reparto espectacular: Richard Burton, Ava Gardner, Deborah Kerr y Sue Lyon. Y atención, que Haghenbeck anuncia nuevas entregas, una de ellas relatando el rodaje de La muerte tenía un precio en una Almería por donde se pasean Sergio Leone, Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Gian Maria Volonté.



Pueden leer la columna de hoy aquí:

Agencia de Detectives, S. L.

jueves, 9 de julio de 2009

HASTA DONDE EL CINE NOS LLEVE

Hasta donde el cine nos lleve
(Viajes y escenarios de película)
Jesús Lens & Francisco J. Ortiz
Granada, Almed, 2009
ISBN: 978-84-936685-5-6
272 pp. (+ 32 pp. fotografías color) - 19 €





Viajar es vivir, aprender, conocer, crecer, descubrir... Y el cine es el vehículo perfecto para ello. Eso es lo que sostienen Jesús Lens y Francisco J. Ortiz, autores del libro Hasta donde el cine nos lleve, subtitulado como Viajes y escenarios de película, que acaba de publicar la editorial granadina Almed en su colección Ultramarina y que nos promete "Un viaje doble en el que el lector comprenderá, como Paul Bowles y Bernardo Bertolucci, que no es lo mismo ser turista que ser viajero y que en la mayoría de los casos es el camino y no el destino lo que de verdad importa".



Si algo nos ha enseñado la historia es que el hombre es nómada por naturaleza y que una de sus características más definitorias es el movimiento perpetuo. Desde la edad del hielo hasta las galaxias más lejanas el hombre ha viajado siempre y en todo lugar. Por gusto, por sed de aventuras o ansias de descubrimientos unas veces; por necesidad la mayoría, el hombre siempre ha estado en marcha.



Y el cine, fiel reflejo de la historia de la humanidad, así lo ha reflejado. De los hombres primitivos de Ice Age y En busca del fuego hasta los héroes de las odiseas espaciales, pasando por los más nobles caballeros medievales y los más aguerridos cowboys, todos ellos han protagonizado películas en las que el viaje nos ha servido, tanto a los personajes como a los espectadores, de aprendizaje e iniciación.



A través de una exhaustiva y apasionada narración, Francisco J. Ortiz y Jesús Lens cuentan la historia del hombre, desde la prehistoria más lejana hasta el futuro y más allá, repasando decenas de películas cuyo nexo de unión es el viaje que hacen sus protagonistas, al mismo tiempo que prestan atención a los distintos géneros cinematográficos (el western, el cine de terror, las road movies) y a temas relacionados con la idea del viaje, como los escenarios -naturales y artificiales- que surgen en el camino o los medios de transporte utilizados para ello, del barco Surprise de Master & Commander a la segadora marca John Deere de Una historia verdadera, pasando por la Vespino de Caro diario.



Un libro profusamente ilustrado en que, por ejemplo, conviven Viaje a la Luna de Méliès con 10.000 A.C. de Emmerich, Centauros del desierto de Ford con Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen, Apocalypse Now de Coppola con Death Proof de Tarantino. Un libro intenso en que sus autores demuestran su amor por el cine y su pulsión por el viaje como camino de aprendizaje y perfección de la naturaleza del ser humano.



Los autores



Jesús Lens
(Granada, 1970). Licenciado en Derecho, desempeña su labor profesional en CajaGRANADA como Director de Microcréditos y Monte de Piedad, así como Secretario General de la Asociación Internacional de Entidades de Crédito Prendario y Social. Es colaborador habitual en el periódico Ideal, donde publica una columna semanal de opinión. Crítico especializado en cine, música y literatura de género, ha publicado relatos y ensayos en diversas revistas y páginas web. Es autor del blog cultural y de opinión Pateando el mundo.



Francisco J. Ortiz
(Villena, Alicante, 1976). Licenciado en Filología Hispánica, es profesor de Lengua y Literatura Castellana después de haber ejercido como editor digital. Crítico especializado en cine, cómic y literatura de género, ha publicado relatos en las antologías Cosecha negra, A tiro limpio y Visiones, así como ensayos en Gigamesh, Stalker, Modus Operandi, Prótesis y Gangsterera. Cuenta con una columna de opinión en El Periódico de Villena y es autor del blog cultural Abandonad toda esperanza.com.


[Fotos autores: Jesús Lens en Líbano © M. Bordalba. / Francisco J. Ortiz junto a la tumba de Henri Langlois, fundador de la Cinemateca Francesa y musa de este blog © C. Carrasco.]


(+) En Abandonad toda esperanza:
- Presentación del libro en la Semana Negra de Gijón.

viernes, 19 de junio de 2009

Las meditaciones de David Lynch



Atrapa el pez dorado no es un libro de cine al uso, y más bien se trata de un ensayo acerca de cómo aplicar la meditación trascendental a la creatividad, pero viene firmado por uno de los directores más interesantes del panorama internacional: David Lynch. Por ello, desde este blog sobre libros de cine recomendamos encarecidamente su lectura, sobre todo a aquellos que se consideren fanáticos de su particular obra.

Más información al respecto, en esta columna de Abandonad toda esperanza.

miércoles, 10 de junio de 2009

jueves, 9 de abril de 2009

LA PANTALLA GLOBAL

La pantalla global
Gilles Lipovetsky & Jean Serroy
Barcelona, Anagrama, 2009
360 pp. - 19,50 €


Atención al nuevo libro sobre cine de la Colección Argumentos de Anagrama: La pantalla global, co escrito por el sociólogo Gilles Lipovetsky -un habitual de la casa, con títulos como La sociedad de la decepción, Los tiempos hipermodernos o La felicidad paradójica- y el crítico de cine Jean Serroy, del que estaría bien se editara en español su a la priori muy atractivo Entre deux siècles. 20 ans de cinéma contemporain, que versa sobre la producción de los años 1985 a 2005.




Llamamos la atención sobre este libro, principalmente y por supuesto, porque nos parece una lectura excelente y una recomendación obligada. Pero ojo: no estamos ante un libro de historia del cine al uso, sino ante un ensayo de estética alrededor de la idea de la pantalla tecnológica -de ahí el título del ensayo- como representación del mundo que la aloja. No obstante, claro está, el cine tiene una presencia mayoritaria en el libro, con alrededor de cuatrocientas películas citadas -todas ellas reseñadas al final en un útil índice de títulos y páginas- y en algunos casos comentadas con interés.



"La pantalla global (...) sostiene que el cine nunca entró en conflicto con la sociedad de consumo, sino que se adaptó a ella, formateó su conducta diaria, sus fantasías y su concepción del mundo. Mientras generaba un infinito linaje de pantallas que garantizaban la cuadratura de la realidad, se convirtió en hipercine, en todopantalla, en modelo artístico, social y antropológico, y en principal punto de referencia de una sociedad que ha destruido los grandes sistemas referenciales. El cine, con sus miradas y pantallas, es la expresión por excelencia de la sensibilidad del mundo actual". Así reza el texto de la contraportada, y efectivamente eso es lo que hallaremos en su interior: un relato de la evolución del cine, por un lado, como tecnología en cambio constante, desde que naciera de la mano de los hermanos Auguste y Louis Lumière en 1895 hasta ayer mismo, pasando por el nacimiento del cine sonoro con El cantor de jazz, la aparición del cine a color, el cinemascope, el desarrollo de los efectos especiales y la hegemonía inminente del cine digital y la erradicación del delicado celuloide.



Por otro lado, y dada la actividad profesional de Lipovetsky, no es raro que se preste atención a cómo el cine ha afectado a la vida cotidiana, y esta a aquel: se presta atención a las nuevas formas de ver cine en el domicilio privado, primero con la aparición de la televisión, después con la invención del reproductor de vídeo, el DVD y el reciente Blu-ray, así como a través de las descargas de la red; una manera de entender el consumo cinematográfico muy distinta de la de las salas de cine: un acto de participación social e interactividad con el prójimo.



Finalmente, Lipovetsky y Serroy hablan del propio arte cinematográfico, ese séptimo arte que sigue legando obras maestras de la cultura mundial más de cien años después de su invención, en el que es el único arte cuyo nacimiento podemos fechar con exactitud, así como el único en sentido estricto que suele necesitar de una participación colectiva y de un presupuesto más o menos considerable para terminar tomando forma. A partir de esa premisa, los autores no temen retomar la diferencia entre el cine mainstream y de entretenimiento y el cine de autor a través del cual el artista pretende expresarse a sí mismo, y subrayan la aparición de un nuevo cine y unas nuevas categorías -la imagen-exceso, la imagen-multiplejidad y la imagen-distancia- frente a la imagen-espacio y la imagen-tiempo promulgadas por Gilles Deleuze.



De esta forma, el lector interesado en la historia y la crítica del cine encontrará en La pantalla global reflexiones sobre el cine metanarrativo de Abbas Kiarostami, los documentales de Michael Moore, los trabajos más crípticos -Mulholland Drive, Inland Empire- de David Lynch, la desnudez explícita de una embarazada Naomi Kawase, la transformación de Charlize Theron para ser oscarizada por Monster, o la revolución social rumana que desencadenó la Palma de Oro para 4 meses, 3 semanas, 2 días.



Pero como decíamos, La pantalla global es un libro sobre pantallas, y los videojuegos, los e-books e Internet -y su relación mayor, menor o nula con el cine- también tienen su hueco. A Lipovetsky y Serroy parece no escapárseles nada: al hablar de técnica reflexionan sobre el intercambio de archivos en Internet, la interacción del consumidor con los videojuegos o el cine en soporte transportable -DVD portátil, teléfonos móviles-; cuando hablan de arte no se olvidan del cada vez más en boga género documental (y de sus pretensiones y sus manipulaciones), el cine X o las películas hiperviolentas, pero también de la publicidad y del universo Second Life.



Y es que todo acaba proyectándose en una pantalla. Y ahí están Gilles Lipovetsky y Jean Serroy para dejar constancia de ello en un libro desde ya indispensable para entender el mundo hipermoderno que nos ha tocado vivir... y contemplar convertido en píxeles.