Woody Allen. El último genio
Natalio Grueso
Barcelona, Plaza & Janés, 2015
272 pp. (+ 32 pp.) - 19,90 €
El pasado 1 de diciembre comencé a leer -y adelanto que lo terminaría muy poco después con gran placer- Woody Allen. El último genio, y no sería hasta horas más tarde de haber leído los primeros capítulos de este libro cuando recordé que precisamente ese era el día en el que su principal protagonista, y uno de los cineastas más importantes e influyentes del último medio siglo, cumplía los 80 años de edad. Una feliz casualidad, fruto sin duda del azar, que no es sino uno de los (muchos) temas fundamentales que este cómico de stand up reconvertido en actor y guionista primero, y en director después, ha tratado en repetidas ocasiones a lo largo de su extensísima filmografía.
Woody Allen es uno de los iconos culturales más importantes de nuestro tiempo
Como manifiesta el propio autor del libro, el también novelista Natalio Grueso, aportar algo nuevo a propósito de la vida y la obra de Woody Allen es prácticamente imposible a estas alturas. Por tanto, y aprovechando su situación privilegiada a la hora de acercarse a la figura del autor de Annie Hall -Grueso es amigo personal de Allen y, entre otras labores, ha ejercido de mánager de producción de su película Vicky Cristina Barcelona-, en este libro de lectura muy amena y agradable opta por apartarse de cualquier intento sesudo de análisis fílmico y nos ofrece un retrato humano de su autor, desde sus inicios profesionales como escritor de chistes para otros hasta nuestros días, deteniéndose en su penúltima película estrenada entre nosotros, Magia a la luz de la luna (si bien la cronología que cierra el libro, más actualizada, llega a alcanzar el estreno de la reciente Irrational Man).
Allen y su esposa Soon-Yi pasean por Oviedo junto a Joan Picanyol y el autor del libro
Para ello, Grueso divide el libro en trece capítulos, cada uno de ellos centrado en un aspecto importante de la vida y milagros de su personaje principal y encabezado siempre por una de sus máximas, en mayor o menor medida relacionadas con el contenido del mismo... y por supuesto siempre brillantes. Así, el primer capítulo -a modo de introducción- se centra en su faceta de genio, valoración que comparten prácticamente todos sus colaboradores y que justifica el subtítulo de la obra; el segundo en sus primeros años, vitales y profesionales; y así sucesivamente, hasta alcanzar el final de la obra dejando atrás temas como la comedia, la celebridad, la música, la magia -una de las constantes de su obra, que suele pasar desapercibida-, la filosofía (casi siempre existencialista) o, cómo no podía ser de otra forma siendo una obra escrita en nuestro país, su relación afectiva con España.
Allen bromea con la estatua de su efigie, ubicada en Oviedo
Junto a estos capítulos, se incluye un pliego de treinta y dos páginas en el que se reproduce una gran cantidad de fotografías en color y blanco y negro, relativas a la vida y obra de Allen, además de a múltiples personalidades y obras relacionadas con el mismo, caso de Groucho Marx, Susan Sontag, Norman Mailer o sus colegas Francis Ford Coppola y Martin Scorsese, con quienes dirigió los episodios de Historias de Nueva York. Tampoco faltan instantáneas de sus visitas a España, muy habituales en los últimos años.
Entre Coppola y Scorsese, en una foto promocional de Historias de Nueva York
Este gran número de referencias se debe, por supuesto, a que Allen es un director profundamente interesado en la cultura y el arte de nuestro tiempo. Por tanto, su retrato se convierte también en un ameno paseo por las distintas disciplinas artísticas que le interesan como consumidor: el autor de Manhattan es un lector voraz de literatura, especialmente clásica; y aunque hasta la fecha no ha dirigido ninguna adaptación oficial, es inevitable advertir los ecos de Tolstoi en La última noche de Boris Grushenko (cinta que, en suma, supone una parodia de la gran novelística rusa); de Dostoievsky en Delitos y faltas, El sueño de Casandra y la citada Irrational Man; de Shakespeare en La comedia sexual de una noche de verano; o de Kafka en Sombras y niebla... por citar solo unos cuantos de los muchos homenajes o citas que pueblan su filmografía.
Dirigiendo a Emma Stone y Joaquin Phoenix en el rodaje de Irrational Man
En cuanto a su faceta de espectador, Allen se ha confesado en repetidas ocasiones un cinéfilo irredento, sobre todo en lo que al cine europeo clásico se refiere, pero sin hacerle ascos al cine estadounidense o al asiático. Así, entre sus películas favoritas se cuentan obras maestras indiscutibles del séptimo arte como Ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica, El discreto encanto de la burguesía de Luis Buñuel, La gran ilusión de Jean Renoir, Rashomon de Akira Kurosawa, Los cuatrocientos golpes de François Truffaut, Senderos de gloria de Stanley Kubrick o la inevitable Ciudadano Kane de Orson Welles. Y, de hecho, algunos de sus filmes remiten a diversos títulos de sus maestros: con Recuerdos remeda otra de sus películas favoritas, el 8 ½ de Federico Fellini; Sombras y niebla remite al cine expresionista alemán de Murnau y Lang; Misterioso asesinato en Manhattan evoca al cine de suspense de Alfred Hitchcock y homenajea explícitamente al citado Welles y el famoso clímax de La dama de Shanghai; y, por supuesto, no se podrían entender películas como Interiores, Septiembre u Otra mujer sin la inspiración que le otorga el legado de su cineasta de cabecera: el sueco Ingmar Bergman.
En Annie Hall homenajea a Bergman incluyendo una referencia a Cara a cara
Por otra parte, ya como autor, baste recordar que, además de guiones y los ya sugeridos monólogos cómicos, Allen ha escrito algunas obras teatrales y multitud de cuentos (les recomiendo encarecidamente que busquen el volumen Cuentos sin plumas, su imprescindible narrativa breve completa, editado por Tusquets); y también ejerce de músico de jazz, tocando el clarinete con su banda: Woody Allen & His New Orleans Jazz Band. Así pues, las facetas culturales de Allen son varias y muy ricas, y de todo ello da buena cuenta el presente volumen, erigiéndose en un acercamiento a la cultura de nuestro tiempo visto desde el prisma del cineasta... y del propio Grueso, en la medida en que Woody Allen. El último genio se revela muy pronto como una suerte de autorretrato encubierto.
Woody Allen & His New Orleans Jazz Band, en una de sus actuaciones en directo
Y es que Grueso utiliza su obra para construir una elegía por la cultura entendida de una forma que parece tener las horas contadas en estos tiempos acelerados de (sub)cultura de tirón mediático, la de los best sellers de escasas pretensiones literarias y los blockbusters repetitivos a base de secuelas, precuelas, remakes y variantes similares. Una forma de cultura la defendida y admirada por Grueso (y, por extensión, por el mismo Allen) cuyo tiempo parece haberse extinguido. Como se dice en uno de los últimos pasajes del libro, quizá llegue el día en el que las películas de muchos de los cineastas más admirados por el responsable de Hannah y sus hermanas ya no puedan verse en la televisión, mucho menos en los cines, y haya que recurrir a los museos para poder verlas y disfrutarlas.
El autor y el protagonista del libro, en uno de sus muchos encuentros
Cuando llegue ese aciago día, si es que llega, entre las películas que seguirán viéndose con placer estarán sin duda muchas del propio Woody Allen. Y, por consiguiente, lo mismo debería ocurrirle a este libro, que también se podrá y se deberá leer con gozo similar al que se siente hoy cuando se cierra el volumen tras leer la última de sus páginas.
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