Luis Lorente
Madrid, Foca, 2010
448 pp. - 24 €
Cuando murió José Luis López Vázquez nos dejó, a opinión del que esto firma, no solo uno de los más grandes actores de nuestro cine, sino también -al menos durante varios lustros- el más infravalorado y peor enjuiciado, a raíz de su participación en películas de bajo calado que no estaban a la altura de su amplitud de registros como intérprete. Menos mal que luego llegaron algunos realizadores, con Carlos Saura a la cabeza, que supieron ver en el actor madrileño el talento que escondía su figura tan poco esbelta y su particular cadencia al hablar.
De todo ello da buena cuenta Luis Lorente en esta José Luis López Vázquez. Biografía autorizada que a finales del año pasado editaba Foca. Y tan autorizada... El autor, a la sazón novelista, cuentista y poeta además de guionista para televisión, ha despuntado particularmente como dramaturgo, y entre su producción como tal destaca Tres hombres y un destino, su mayor éxito hasta la fecha de la mano de un trío de actores irrepetible que ya no están entre nosotros: Agustín González -cuya muerte ocasionó la interrupción de las representaciones-, Manuel Alexandre y el propio López Vázquez.
Así se fraguó una relación de íntima amistad que desembocó en la redacción de este libro, que ha contado con la participación activa del actor: de hecho, en lugar de estar armado como un texto narrativo que se lee seguido y de esos que se suele decir, en el caso de resultar atractivo, que "se lee como una novela", Lorente ha optado por darle una apariencia de suerte de diálogo entre los dos amigos, el protagonista y su interlocutor, incluyendo testimonios en primera persona del primero puntuados por comentarios del segundo a modo de narrador.
En esta estructura radica el aspecto más original del libro, y que aunque también presenta algún rasgo negativo -a veces la cordialidad entre ambos, que genera un diálogo coloquial, socava la calidad literaria del texto-, acaba por acercar al lector la figura de este intérprete irrepetible que debutara en el cine y el teatro como diseñador de vestuario, antes de atreverse a sustituir a un actor que no pudo realizar su cometido y así descubrir para el mundo y para sí mismo una vocación que hasta entonces había permanecido oculta.
Desde su debut en 1946 a las órdenes de Enrique Herreros en María Fernanda, la Jerezana, hasta 2007 con el largometraje ¿Y tú quién eres? -que volvió a unirle al realizador Antonio Mercero y al actor Manuel Alexandre-, más de 250 trabajos conforman una filmografía que, como dijimos, no siempre estuvo a la altura de las circunstancias. No obstante, hoy podemos recordar al actor tanto en su cometido en el género de la comedia, sin duda aquel que le convirtió en una figura popular, como en papeles dramáticos que en un principio sorprendieron a propios y extraños hasta que la probada valía de López Vázquez echó por tierra cualquier tipo de prejuicios.
Entre sus papeles cómicos cabe destacar sus primeras colaboraciones con Berlanga (y Bardem) en Esa pareja feliz y Novio a la vista, la inolvidable El pisito de Marco Ferreri, Los tramposos de Pedro Lazaga, Atraco a las tres de José María Forqué (que reunía a la plana mayor del cine patrio de la época: Cassen, Gracita Morales, Alfredo Landa, Rafaela Aparicio, los ya citados Alexandre y González, etc.), o la exitosa saga de la La gran familia, donde compartió cartel con un actor al que ya había acompañado sobre las tablas de los escenarios: el gran Alberto Closas. Pero muy particularmente habría que destacar su vínculo con el cine de Luis García Berlanga, en filmes como Los jueves, milagro, Plácido, El verdugo (que estuvo a punto de protagonizar, pero la presión de los productores italianos obligaron al realizador a elegir a Nino Manfredi, relegando al español a un papel secundario), ¡Vivan los novios! o la trilogía formada por La escopeta nacional, Patrimonio nacional y Nacional III.
Pero en 1967 llegaron Carlos Saura y su película Peppermint Frappé: el cine críptico e intelectual de Saura, en colaboración con el guionista Rafael Azcona -colaborador también de Berlanga y Ferreri en los títulos citados-, le dio a López Vázquez la oportunidad de demostrar su versatilidad. La colaboración entre ambos prosiguió con El jardín de las delicias y Mi prima Angélica, en las que el actor realizó verdaderos tours de force interpretativos que todavía hoy se recuerdan y se disfrutan con admiración.
Pero Saura no fue el único realizador destacado que confió en su buen hacer durante los años 70: Pedro Olea le dio el papel protagonista, de un hombre que se cree licántropo influido por la luna llena, en la basada en hechos reales El bosque del lobo; Manuel Gutiérrez Aragón le confió el difícil rol principal de Habla, mudita; Francisco Regueiro, uno de los directores malditos y más personales por excelencia de nuestro cine, contó con él en Carta de amor de un asesino y Duerme, duerme, mi amor; y Mario Camus lo incluyó en el apabullante reparto coral de La colmena, esta vez según el libro de Camilo José Cela. Otros dos grandes hitos de esta década son su colaboración con el mítico George Cukor en el film Viajes con mi tía, así como su papel protagonista en el telefilm La cabina, escrito por José Luis Garci y dirigido por Mercero para RTVE, y todavía hoy uno de los programas más míticos de la historia de nuestra televisión.
Las décadas siguientes fueron menos brillantes, y el actor tuvo que complementar algunos filmes más destacados con otros trabajos directamente alimenticios... Como él mismo señala en algún momento del libro, un actor español no siempre se puede permitir trabajar en lo que quiere, sino en lo que puede... y no puede arriesgarse a ser demasiado selectivo, porque su desaparición en los cines podría ocasionar que las productoras acabaran olvidándose de él. Mientras tanto, López Vázquez seguía trabajando en cine y televisión; precisamente para la pequeña pantalla se hizo la serie Los ladrones van a la oficina, un gran éxito de audiencia que le dio popularidad para nuevas generaciones de espectadores.
Sus amigos Fernando Fernán-Gómez y Manuel Alexandre
también participaron en Los ladrones van a la oficina
también participaron en Los ladrones van a la oficina
En el presente libro, finalizado poco después de su desaparición, López Vázquez no solo habla de su trabajo, sino también de sus gustos como consumidor cultural, y en particular como cinéfilo: habla de las películas, directores y actores a los que admiraba de pequeño, e incluso escribe para la revista Fotogramas una serie de comentarios críticos de varios de los filmes proyectados en el Festival de Chicado de 1972, donde su película Mi querida señorita de Jaime de Armiñán -otro de sus papeles más justamente recordados- fue recibida con el aplauso unánime de la crítica especializada.
De esta forma, los testimonios de ambos, López Vázquez y Lorente, se suman para dar como resultado el retrato humano y profesional del primero, en una obra que se complementa con un aparato de documentos adjuntos de lo más interesante y revelador -con múltiples reproducciones facsímiles-, así como cuatro cuadernillos de fotografías en blanco y negro y color que dan buena cuenta de toda una vida dedicada al cine y al teatro, la de un actor que no necesita de este libro para ser inolvidable. No obstante, bienvenida sea una lectura tan agradable, amena y enriquecedora como esta, y que sirva a modo de homenaje de uno de los más grandes hombres de nuestro cine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario