lunes, 28 de marzo de 2011

JESÚS FRANCO

Jesús Franco
Carlos Aguilar
Madrid, Cátedra, 2011
400 pp. - 15,40 €



No es la primera ocasión, como no podía ser menos dada su importancia ya historiográfica, que la colección Signo e Imagen / Cineastas de la editorial Cátedra se deja caer por esta página consagrada a los libros sobre cine: ya habíamos comentado en el momento de su aparición los recientes volúmenes dedicados al añorado François Truffaut y al controvertido Julio Medem, escritos respectivamente por Luis García Gil y Zigor Etxebeste Gómez. Pero sí es la primera vez que sentimos una satisfacción en buena medida personal ante la aparición aquí de un título en concreto (y de su correspondiente escritor) de esta serie indispensable de volúmenes acerca de realizadores del cine universal de ayer y de hoy.

Jesús Franco, siempre cámara en mano


Y esto es así por un doble motivo: primero, porque la inclusión de una figura tan controvertida y en ocasiones vilipendiada como la de Jesús Franco -por el que, nos guste más o menos su cine, sentimos una gran simpatía- en una colección por lo general dedicada a cineastas de considerado prestigio, cuando no de adoración incondicional por parte de la cinefilia de todo el mundo (de Ford o Hitchcock a Eastwood o Scorsese pasando por Bergman, Wilder, Cassavetes, Kurosawa, Godard, Visconti o Kiarostami), nos parece un acto cuasi de justicia poética, habida cuenta de la importancia histórica de un caso tan sui generis como el de Franco no ya en la filmografía española sino en la mundial.

Carlos Aguilar, autor del libro


Por otro lado, nos satisface que llevar a cabo una misión tan titánica como la de glosar la vida (longeva) y milagros (de muy diversa catadura) del realizador de Necronomicon haya caído en unas manos tan autorizadas como las de Carlos Aguilar, escritor y crítico cinematográfico que ha mantenido durante años contacto directo con el realizador, además de una relación de amistad que ha pasado por mejores momentos que en el presente. Por si esto fuera poco, Aguilar ha demostrado en repetidas ocasiones, con una ya considerable bibliografía a sus espaldas, el conocimiento de primera mano de todas las posibles facetas del arte cinematográfico; esto es, del cine clásico y del contemporáneo, de las producciones del Hollywood dorado a las muestras más abisales de la serie B y Z.



Lo que llama la atención en primer lugar de este Jesús Franco de Aguilar es que, lejos de ser un relato hagiográfico repleto de loas y alabanzas desmedidas al protagonista del estudio, se trata de un volumen que, por un lado, reivindica su figura más allá del hecho de que haya engrosado la colección que recoge el texto; pero que por otro pone los puntos sobre las íes subrayando lo desmedido y muchas veces injustificado -si nos atenemos a méritos puramente técnicos e incluso artísticos- del culto que se ha formado alrededor de la figura del cineasta que debutara prometedoramente con la comedia Tenemos 18 años, para después echar por tierra buena parte de aquella promesa.

Necronomicon es uno de los trabajos más reputados de Franco

El texto de Aguilar combina los apuntes biográficos necesarios para entender el devenir vital y artístico de Franco, de su nacimiento en el seno de una familia de profunda raigambre intelectual a la delicada salud con la que sobrevive hoy, con el comentario más o menos pormenorizado de su filmografía... si bien no se detiene por igual en cada uno de los casi doscientos largometrajes que jalonan la producción, en efecto inabarcable, de este realizador. Que Aguilar pase por alto analizar algunos de los largometrajes realizados por Franco podría suponer que no estemos todavía ante el libro definitivo sobre el cineasta, si bien también nos hace pensar que quizá nunca llegue a existir dicho libro utópico.



Y es que, como el autor deja entrever en alguna ocasión, algunos de los muchísimos largometrajes firmados por este cineasta que ha usado docenas de seudónimos -desde el más popular y reconocible de Jess Franco o Jess Frank a otros como Frank Manera, Clifford Brown o Lulu Laverne- son absolutamente infumables, y dinamitan el lenguaje cinematográfico incurriendo en errores de montaje, raccords o un indudable abuso de travellings o zooms la mayoría de las veces gratuitos... por no hablar de la repetición de planos, casi de secuencias, en distintas producciones con montajes alternativos, títulos distintos e incluso datos oficiales de producción disímiles.

Jack Palance en Justine, según la obra del Marqués de Sade

Por si esto fuera poco, Franco ha rodado un gran número de coproducciones, así como películas de índole pornográfica que solo se han estrenado en el extranjero. Igualmente, y para complicar todavía un poco más el asunto, ha llevado a cabo distintas versiones, una soft y otra hard, de un mismo film de género erótico, con destino a mercados diferentes. Además, muchos de sus trabajos presentan títulos alternativos según los países en los que se han estrenado y/o con los distintos montajes con los que han acabado llegando a los cines... esto es, cuando no se han quedado directamente como filmes inéditos. Si a esto sumamos los múltiples seudónimos y sobrenombres con los que trabajaron a sus órdenes actores y técnicos, además de los utilizados por él mismo, resulta una tarea verdaderamente ardua unificar y establecer una filmografía completa y coherente de un director de obra tan polimorfa y extravagante.



No obstante, y pese a lo complejo del propósito, Aguilar recorre la filmografía de Franco desde su debut dentro de los márgenes de la industria a sus últimas películas rodadas en vídeo digital y con resultados experimentales y (solo aparentemente) amateurs, coincidiendo con una concesión de un Goya honorífico que no fue plato de gusto para todo el mundo. En este recorrido, Aguilar considera los primeros años de su obra como su etapa más fructífera en términos de calidad, y en concreto señala el estreno de Gritos en la noche en 1961 como el punto álgido no solo de su producción, sino del cine fantástico español. Con esta cinta, Franco inauguraba una de sus más populares series, la dedicada al siniestro doctor Orloff, así como su colaboración con el que se convertiría en uno de los actores más emblemáticos de su obra: Howard Vernon.

Howard Vernon es Orloff en Gritos en la noche


Como señala Aguilar, Vernon podría representar el icono masculino por excelencia de la filmografía de Franco, incluso por encima de otras presencias habituales como Jack Taylor, Antonio Mayans o el propio realizador reconvertido en actor... algo que también hizo, con un resultado digno de elogio, a las órdenes de Fernando Fernán-Gómez en la fascinante El extraño viaje. Por su parte, el icono femenino de Jesús Franco sin duda sería la actriz Soledad Miranda: fallecida prematuramente en un accidente automovilístico, la actriz andaluza tuvo tiempo de participar en varios filmes a las órdenes del realizador, siendo el más popular Las vampiras, versión femenina, lésbica y en cierta medida pop del Drácula de Bram Stoker (novela sobre la que Franco volvió en más de una ocasión). Dada la importancia de la intérprete en la obra del cineasta, no resulta gratuita por tanto la utilización de su atractivo físico para ilustrar la cubierta del libro, mediante un fotograma de El diablo que vino de Akasawa.



Howard Vernon y Soledad Miranda son solo dos de las personalidades que se pasean por este libro como satélites alrededor del "planeta Jesús Franco": no falta el concurso del productor Harry Alan Towers, el actor y director Ricardo Palacios o la actriz y realizadora Lina Romay, desde hace ya un buen puñado de años colaboradora, confidente y a la postre esposa del realizador. Los testimonios de todos ellos, extraídos de referencias bibliográficas, entrevistas y declaraciones convenientemente glosadas a pie de página, enriquecen el retrato poliédrico de una personalidad del cine español con cuya ética y estética se puede o no comulgar, pero a la que hay que reconocerle su mérito (cincuenta años de labor ininterrumpida tras las cámaras y al margen de todo apoyo económico o logístico por parte del ministerio), fruto de una necesidad casi biológica por rodar, así como la existencia de un universo propio fácilmente reconocible. Un universo para el que ahora tenemos una nueva y valiosa llave: este Jesús Franco escrito por Carlos Aguilar.

En el centro, Carlos Aguilar y Jesús Franco


Nota bene.- Pasado mañana miércoles 30 de marzo, a las 19.30 horas, tendrá lugar la presentación de este libro en la sede de la Filmoteca Española (Cine Doré, C/ Santa Isabel 3, Madrid). Dicho acto, de entrada libre limitada al aforo del local, contará con la presencia del autor y de Jack Taylor, uno de los actores fetiche de Jesús Franco; y durante el acto se proyectará la película Necronomicon (1968), protagonizada por Taylor y asimismo una de las más emblemáticas dentro de la filmografía del realizador.

Jack Taylor, uno de los actores fetiche de Jess Franco


(+) La web del autor

1 comentario:

Juan Manuel dijo...

Estoy de acuerdo, el libro no es un panegírico freak sino un análisis imparcial y escrito de maravilla. Era un libro necesario y lo ha escrito quien lo tenía que haber escrito. Es una obra maestra.